¡Ponte de pie, preséntate!
¡No te encojas detrás de tu vecino!
¡Muestra tu ser y todo lo que eres!
Atiesa tus rodillas, endurece tu pecho,
inaugura el espacio
donde puedas insertar
esos requerimientos de estaciones idas,
moldéalas a tu gusto
quebrando tácitos acuerdos.
¡Enfréntate a las masas!
Deja que te señalen
y con sarcasmo, míralas,
desmantelar sus fibras.
Quédate intacto con las armas
que nadie reconoce,
armas hechas por láminas secretas
de comprensión,
inexpugnables ante los asaltos.
¡Quédate donde estás!
Deja que otros se acerquen
con sus derrotas y sus furias.
Oye sus dogmatismos
empapados de víctimas
y arriésgate a entender
sus discrepancias.
La impaciencia no sirve
donde los medrosos nada innovan.
¡Recuéstate en el muro!
Ve cuán imperturbables
ellos rechazan la tendida mano,
sin querer liberar
los cómodos peligros
que merodean por sus sueños.
Danzan indiferentes
en cúmulos de corrupción;
han sucumbido las melodías.
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