TOTALIDAD E INFINITO
Ensayo sobre la exterioridad
Emmanuel Levinas
Trad. Daniel E. Guillot
Presentación
de la edición castellana
Que todo
aparecer del ser sea una posible apariencia; que la manifestación de las
cosas y el testimonio de la conciencia no sean, quizás, sino el efecto de una
cierta magia, capaces de extraviar al hombre que espera salir de si
hacia el ser, todo esto no es un loco pensamiento de filósofo. Es todo
el desarrollo de la humanidad moderna: su temor a dejarse hechizar. (…) La
ideología, inocente o maligna, ha alterado ya nuestro saber. Por ella los
hombres se engañan o son engañados. (…)
Prefacio
Aceptaremos
fácilmente que es cuestión de gran importancia saber si la moral no es una
farsa. (…) La política se opone a la moral, como la filosofía a la ingenuidad.
(…) La prueba de fuerza es la prueba de lo real. Sin embargo, la violencia no
consiste en herir y aniquilar como en interrumpir la continuidad de las
personas, en hacerles desempeñar papeles en los que ya no se encuentran, en
hacerles traicionar, no sólo compromisos, sino su propia sustancia; en la
obligación de llevar a cabo actos que destruirán toda posibilidad de acto. Como
en la guerra moderna, en toda guerra las armas se vuelven contra quien las
detenta. La guerra (…) destruye la identidad del Mismo.
(…) En la idea de lo infinito se piensa lo que
permanece siempre exterior al pensamiento. Condición de toda opinión, es
también condición de toda verdad objetiva. La idea de lo infinito es el
espíritu antes de presentarse a la distinción de lo que descubre por sí mismo y
de lo que recibe de la opinión. (…) Este libro se presenta entonces como una
defensa de la subjetividad, pero no la tomará a nivel de su protesta puramente
egoísta contra la totalidad, ni en su angustia ante la muerte, sino como
fundada en la idea de lo infinito. (…) La subjetividad realiza estas exigencias
imposibles: el hecho asombroso de contener más de lo que es posible contener.
(…) Contener más de lo que se es capaz es, en todo momento, hacer estallar los
cuadros de un contenido pensado, superar las barreras de la inmanencia, pero
sin que esta caída en el ser se reduzca de nuevo a un concepto de caída...
El mismo y lo otro
I. Metafísica y trascendencia1. Deseo de lo invisible
(…) El deseo
metafísico tiene otra intensión: desea el más allá de todo lo que puede
simplemente colmarlo. Es como la bondad: lo Deseado no lo calma, lo profundiza.
Generosidad alimentada por lo Deseado y, en este sentido, relación que no es
desaparición de la distancia, que no es acercamiento, o, para ajustar con mayor
aproximación la esencia de la generosidad y de la bondad, relación cuya
positividad proviene del alejamiento, de la separación, puesto que se nutre,
podría decirse, de su hambre. Alejamiento que es radical sólo si el deseo no es
la posibilidad de anticipar lo deseable, si no lo piensa previamente, si va
hacia él a la aventura, es decir, hacia una alteridad absoluta, imposible de
anticipar, como se va hacia la muerte. El deseo es absoluto, si el ser que
desea es mortal y lo Deseado, invisible. La invisibilidad no indica una
ausencia de relación; implica relaciones con lo que no está dado, de lo cual no
hay idea. La visión es una adecuación entre la idea y la cosa: comprehensión
que engloba. (…) La dimensión misma de la altura1 está abierta por
el Deseo metafísico. Que esta altura no sea ya el cielo, sino lo Invisible, es
la elevación misma de la altura y su nobleza. [1. «Yo soy incapaz de
admitir que exista otro estudio que haga mirar al alma hacia lo alto, sino el
que se relaciona con lo real que es lo invisible» Platón, République.]
(…) Loca pretensión de lo invisible al tiempo que una experiencia aguda de lo
humano enseña, en el siglo XX, que los pensamientos de los hombres son
conducidos por las necesidades, que implican sociedad e historia; que el hambre
y el miedo pueden vencer toda resistencia humana y toda libertad. (…) Pero ser
hombre es saber que es así. La libertad consiste en saber que la libertad está
en peligro. Pero saber o ser consiente, es tener tiempo para evitar y prevenir
el momento de inhumanidad. (…) el deseo de lo absolutamente Otro o la nobleza,
la dimensión de la metafísica.
2. Ruptura de la totalidad
(…) Ser yo es, fuera de toda individualización a
partir de un sistema de referencias, tener la identidad como contenido. El yo,
no es un ser que permanece siempre el mismo, sino el ser cuyo existir consiste
en identificarse, en recobrar su identidad a través de todo lo que le acontece.
Es la identidad por excelencia, la obra original de la identificación.
(…) La modalidad del Yo contra lo «otro» del
mundo, consiste en morar; en identificarse existiendo allí en
lo de sí. El Yo, en un mundo primeramente otro, es sin embargo autóctono.
Es la mudanza misma de esta alteración. Encuentra en el mundo un lugar y una
casa. Habitar es el modo mismo de sostenerse (…) El «en lo de sí» no es
un continente, sino un lugar donde yo puedo, donde, dependiendo de una
realidad que es otra, soy a pesar de esta dependencia, o gracias a ella, libre.
Es suficiente caminar, hacer para apoderarse de todo, para apresar.
Todo, en cierto sentido, está en su lugar, todo está a mi disposición a fin de
cuentas, aun los astros (…) El lugar, medio ambiente, ofrece medios. Todo está
aquí, todo me pertenece; todo de antemano es aprehendido con la aprehensión
original del lugar, todo es com-prendido.
(…) Para que la alteridad se produzca en el ser
hace falta un «pensamiento» y un Yo. La irreversibilidad de la relación es
llevada a cabo por uno de los términos de la relación, como el movimiento mismo
de la trascendencia, como el recorrido de esa distancia y no como una
retención o la invención psicológica de este movimiento. El «pensamiento», la «interioridad»
son la ruptura misma del saber y la producción (no el reflejo) de la
trascendencia. (…) La alteridad solo es posible a partir del Yo. (…) La
apología en la que el Yo a la vez se afirma y se inclina ante lo trascendente,
está en la esencia del discurso.
3. La trascendencia no es la negatividad
El movimiento de la trascendencia se distingue de la
negatividad por la cual el hombre descontento rechaza la condición en la que
está instalado. La negatividad supone un ser instalado, situado en un lugar
donde está «en casa»; es un hecho económico, en el sentido etimológico de este
adjetivo. (…) [los hombres] se oponen a su condición, permaneciendo al mismo
tiempo ligados a sus horizontes. El «de otro modo» y «en otra parte» que
desean, se mantienen aún en el aquí abajo que rechazan. (…) Este modo de negar,
refugiándose al mismo tiempo en lo que se niega, perfila los lineamientos del
Mismo2 o del Yo. [2. ‘primacía del Mismo’: en el aprendizaje no
se recibe nada del Otro, sino que únicamente se saca ‘a la luz’ lo que ya está
previamente dado en el individuo.]
4. La metafísica precede de la ontología
(…) El saber o la teoría significa primeramente
una relación tan con el ser, que el ser cognoscente deja manifestarse al ser
conocido respetando su alteridad y sin marcarlo en modo alguno con esta
relación de conocimiento. En este sentido, el deseo metafísico seria la esencia
de la teoría. Pero la teoría significa también inteligencia -logos del ser- es
decir un modo tal de abordar el ser conocido que su alteridad con respecto al
ser cognoscente se desvanece. (…) sensación en la cual se confunden cualidad
objetiva y afección subjetiva. (…) La ontología que retorna lo Otro al Mismo,
promueve la libertad que es la identificación del Mismo, que no se deja alienar
por el Otro. (…) A este cuestionamiento de mi espontaneidad por la presencia
del Otro, se llama ética. (…) lección de Sócrates. No recibir nada del Otro
sino lo que está en mí, como si desde toda la eternidad yo tuviera lo que viene
de fuera. No recibir nada o ser libre. La libertad no se parece a la caprichosa
espontaneidad del libre albedrío. Su sentido último reside en esta permanencia
en el Mismo, que es razón. El conocimiento es el despliegue de esta identidad.
Es libertad. (…) Conocer viene a ser aprehender el ser a partir de nada o
llevarlo a la nada, quitarle su alteridad. Iluminar es quitar al ser su
resistencia, porque la luz abre un horizonte y vacía el espacio: entrega el ser
a partir de la nada.
(…) «Yo pienso» se convierte en «yo puedo» en una apropiación
de lo que es, en una explotación de la realidad. (…) el pensamiento como
obediencia a la verdad del ser.
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