Perfecto, para la muerte
Sí, perfecto; recreado
en perpetuas soledades.
¡Llanura!: cinco verdades,
las del estigmatizado,
llagas vivas, en tu fuero
de altiplanicie señero,
viven de mirar lo inerte,
de oír y oler lo indistinto,
gustando y palpando instinto.
Perfecto, para la muerte.
El fervor
Como en la piel de Rusia -¡es extraño!-, el latido
del abedul -acorde de olor- y en el gemido
la lágrima y el lúpulo en el oro fluido
de la cerveza, en todo me encuentro estremecido.
Mi corporeidad -mínima y acicular- es apta.
Su tensión esotérica a la adiaforia capta,
a la emoción impulsa y al entusiasmo rapta.
Soy penumbra, ebriedad de sol, senda, abditorio,
montículo de sombra, cumbre, reclinatorio,
rémora y acicate. ¿Verdad? Contradictorio.
Y omnipresente. En todo palpito. Mis huidas
moléculas perforan la vida, estremecidas...
Mi ubicuidad, empero, no alcanza a las mentidas
verdades, ni hasta el útero de las hembras vendidas.
Hastío
Hastío -pajarraco
de mis horas-. ¡Hastío!
Te ofrendo mi futuro.
A trueque de los ocios
turbios que me regalas,
mi porvenir es tuyo.
No aguzaré las ramas
de mi intelecto, grave.
No forzaré mis músculos.
¡Como un dios, a la sombra
de mis actos -en germen,
sin realidad-, desnudo!
¡Como un dios-indolencia
comprensiva-, en la cumbre
rosada de mi orgullo!
¡Como un dios, solo y triste!
¡Como un dios, triste y solo!
¡Como un dios, solo y único!
No busquéis un residuo, la ceniza
fatal, en la congoja transparente
donde mi ausente luz se perenniza.
Ardí, como es costumbre de mi gente,
enteramente, que es mi poderío
sólo en poder sufrir omnipotente.
Errante -¿por qué sombra?-, en descarrío
perpetuo, la verdad que no deslumbra
pone en su ocaso un sol que no es el mío.
Y a este sol, que me abrasa y no me alumbra
-¡oh aquel sol que se enfría en mi recuerdo!-,
mi modo de no ser no se acostumbra.
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