jueves, 4 de junio de 2015

La salvación - Dario Sztajnszrajber

Tal vez al final de cuentas, todos buscamos la misma cosa: la salvación. Salvarnos del sinsentido de saber que la salvación no existe. ¿Pero pueden las instituciones salvarnos? ¿Puede el hombre salvar lo humano, o todo lo que toca lo destruye?
Tal vez toda salvación no sea más que un paseo sin rumbo. Como esa idea epicúrea del placer por caminar. No camino hacia ningún lado, no hay destino: el caminar es el fin. Recuperar el placer por lo gratuito, por el detalle, por lo que no reditúa…
Sí, caminar. La vida es un viaje abierto, una pregunta sin fin, un recorrer el abismo y hasta una caída. Por eso a veces necesitamos parar un poco y por eso inventamos ciudades y después casas y después puertas y después candados y después invertimos el mundo…
Nos quedamos sentados cuidando nuestras propiedades. Confundimos propiedad con lo propio y nos aferramos a las cosas como si fueran lo que somos. Y matamos por ellas. Nada nos pertenece. Ni siquiera los hijos. Los hijos no son propiedades, sino energía que fluye, que “nos” fluye y nos renueva en nuestra búsqueda. Soltar, despojarnos, expropiarnos. Abrirnos a lo que siempre continúa y nos excede…
Somos redes, rizomas. Convergemos en los caminos. Nos une nuestras diferencias. O como decía Epicuro de la amistad: nada nos une más que el compartir de casualidad y por un rato, un mismo recorrido…Perdernos en la apertura. O abrirnos a la perdición. Salir del tacho que es la casa que es la costumbre que es la necesidad. Todo es demasiado maravilloso para que nos encerremos en nosotros mismos.

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