jueves, 5 de octubre de 2017

Sweeney entre los ruiseñores - T. S. Eliot

Sweeney cuello de simio extiende sus rodilla
descolgando sus manos para reír,
hinchándose hasta parecer Jirafa.
Los círculos de la luna tormentosa
se deslizan hacia el este, hacia el río de la Plata.
la Muerte y el cuerpo se desvían arriba
y Sweeney guarda los pórticos encornados.
El tenebroso Orión y el perro
están velados; y calmados los estremecidos mares;
la persona en la capa española
trata de sentarse sobre las rodillas de Sweeney;
resbala y empuja el mantel de la mesa
vuelca una taza de café
se reorganiza en el suelo
bosteza y se sube una media;
el hombre silencioso vestido de marrón moka
se deja caer en el alfeizar de la ventana y bosteza;
el camarero trae naranjas
bananas, higos y uvas de invernadero;
el silencioso vertebrado marrón
se contrae y concentra, se quita;
Rachel Née Rabinovich
arranca las uvas con garras asesinas;
ella y la dama en la capa
son sospechosas, se piensa están ligadas;
por lo tanto el hombre con ojos pesados
rechaza el gambito, muestra fatiga;
deja el cuarto y reaparece
fuera de la ventana, inclinándose
ramas de glicinas
circunscriben una mueca dorada.
El anfitrión conversa con alguien indistinto
conversa aparte en la puerta,
los ruiseñores están cantando cerca
del convento del Sagrado Corazón
y cantaron dentro de la arboleda sangrienta
cuando Agamenón gritó
y dejaron caer su líquido dividido
para mancillar el duro, deshonrado sudario.

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