EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS O CÓMO SE FILOSOFA
CON EL MARTILLO
Traducción de José Mardomingo Sierra
AFORISMOS Y FLECHAS
6. De lo que mejor se descansa en la naturaleza
salvaje de uno mismo es de la contranaturaleza, de la espiritualidad de uno
mismo…
9. Ayúdate, y te ayudarán. Primer principio del
amor al prójimo.
15. (…) no se nos entiende nunca, y de ahí
nuestra autoridad…
34. (…) Sólo los pensamientos adquiridos a
fuerza de andar tienen valor.
41. ¿Quieres ir con los demás?, ¿o delante de
los demás?, ¿o solo y por tu cuenta?... Hay que saber qué se quiere y que se
quiere. Cuarta cuestión de consciencia.
44. Fórmula de mi felicidad: un sí, un no, una
línea recta, una meta…
EL PROBLEMA DE SÓCRATES
2. (…) los juicios, los juicios de valor sobre
la vida, a favor o en contra, nunca pueden ser verdaderos; tienen valor
solamente como síntomas, se los debe tener en cuenta solamente como síntomas, y
en sí mismos tales juicios son tonterías.
4. (…) Las cosas honorables, al igual que las
personas honorables, no llevan sus razones en la mano, así sin más. (…) Lo que
tiene que empezar dejándose mostrar es poco valioso.
10. (…) Hay que ser prudente, claro, lúcido a
cualquier precio: toda concesión a los instintos, a lo inconsciente, lleva
hacia abajo…
CÓMO EL «mundo verdadero» TERMINÓ POR CONVERTIRSE EN UNA FÁBULA
HISTORIA DE UN ERROR
3. El mundo verdadero, inalcanzable,
indemostrable, imprometible, pero ya como pensado, un consuelo, una obligación,
un imperativo.
(El viejo sol en el fondo, pero a través de la
niebla y el escepticismo; la idea vuelta sublime, pálida, nórdica,
regiomontana.)
4. El mundo verdadero, ¿inalcanzable? En todo
caso inalcanzado. Y en tanto que inalcanzado también desconocido. En
consecuencia, tampoco consolador, redentor, obligante: ¿a qué puede obligarnos
algo desconocido…?
(Gris comienzo del día. Primer bostezo de la
razón. Canto del gallo del positivismo.)
MORAL COMO CONTRANATURALEZA
1. Todas las pasiones tienen un tiempo en el
que son meramente fatídicas, en el que tiran para debajo de su víctima con el
peso de la estupidez, y un tiempo posterior, muy posterior, en el que se casan
con el espíritu, se «espiritualizan». Antes, a causa de la estupidez contenida
en la pasión, se hacia la guerra a la pasión misma (…) Aniquilar las pasiones y
apetitos, meramente para prevenir la estupidez y las desagradables
consecuencias de la estupidez, nos parece hoy que es a su vez meramente una
forma aguda de estupidez.
3. La espiritualización de la sensualidad se
llama amor (…)
6. Consideremos, por último, qué gran
ingenuidad implica decir: «¡el hombre debería ser de tal y tal modo!». La
realidad nos muestra una arrebatadora riqueza de tipos, la exuberancia de un
juego y cambio de formas dilapidador: ¿y un infeliz haragán cualquiera de
moralista va a decirle a ella: «¡no!, el hombre debería ser de otro modo? (…)
Decirle «cambia» significa exigir que todo cambie, hacia atrás incluso… (…)
Nosotros los distintos, nosotros los
inmoralistas, hemos ampliado nuestro corazón, a la inversa, para todo tipo de
entender, comprender, aprobar. No negamos fácilmente, ponemos nuestro honor en
ser afirmativos.
LOS CUATRO GRANDES ERRORES
1. Error de la confusión de la causa y la
consciencia. No hay error más peligroso que confundir la consecuencia
con la causa: lo llamo la auténtica corrupción de la razón.
2. La fórmula más general que subyace a toda religión
y moral reza así: «Haz tal cosa y tal otra, omite tal cosa y tal otra, ¡y serás
feliz! De lo contrario…» (…) En una fórmula: su virtud es la consecuencia de su
felicidad…
3. Error de una causalidad falsa. (…)
Nos creíamos a nosotros mismos causales en el acto de la voluntad; pensábamos
al menos que ahí habíamos pillado a la causalidad con las manos en la masa.
(…) ¿Quién habría negado que un pensamiento es
causado, que el yo causa el pensamiento?... De estos tres «hechos internos» que
parecían avalar la causalidad, el primero y más conveniente es el de la voluntad
como causa; la concepción de una consciencia («espíritu») como causa y,
posteriormente, además la del yo (la del «sujeto») como causa son nacidos
después de que la causalidad constase como dada por la voluntad, como experiencia…
(…) El mundo interior está lleno de imágenes ilusorias y fuegos fatuos: la
voluntad es uno de ellos. La voluntad ya no mueve nada, y en consecuencia
tampoco explica ya nada; meramente acompaña procesos, y también puede faltar.
El denominado «motivo»: otro error. (…)
El hombre ha proyectado hacia fuera de él sus
tres «hechos internos», aquello en lo que creía con más firmeza, la voluntad,
el espíritu, el yo: sacó el concepto del ser del concepto del yo; puso con
arreglo a su imagen, con arreglo a su concepto del yo como causa, las «cosas»
como siendo. Nada tiene de extraño que más tarde sólo encontrase en las cosas lo
que él había metido en ellas.
4. (…) La mayor parte de nuestras sensaciones
generales, todo tipo de inhibición, presión, tensión, explosión en el juego y
resistencia de los órganos, como sucede especialmente con el estado del nervus
sympathicus, excitan nuestra pulsión de buscar causas: queremos tener una razón
de nos encontremos de tal y tal modo, de que nos encontremos mal o de
que nos encontremos bien. Nunca nos basta limitarnos a constatar sencillamente
el hecho de que nos encontramos de tal y tal modo: no admitimos ese
hecho -no nos hacemos conscientes de él- hasta que le hemos dado
una especie de motivación.
5. Explicación psicológica de lo anterior.
Remitir algo desconocido a algo conocido alivia, tranquiliza, satisface, da
además una sensación de poder. Con lo desconocido vienen dados el peligro, la
intranquilidad, la preocupación: el primer instinto se dirige a eliminar
esos estados penosos. Primer principio: cualquier explicación es mejor que
ninguna. Dado que en el fondo se trata solamente de querer librarse de
representaciones que oprime (…) la primera representación con la que lo
desconocido se explica como conocido sienta tan bien que se la «tiene por
verdadera». (…) La pulsión de buscar causas está, así pues, condicionada y
excitada por la sensación de miedo. (…) Que algo ya conocido,
vivenciado, inscripto en el recuerdo, sea puesto como causa es la primera
consecuencia de esa necesidad. Lo nuevo, lo no vivenciado, lo ajeno, es
excluido como causa. Así pues, se busca como causa no sólo un tipo de
explicaciones, sino un tipo de explicaciones escogido y preferido,
aquellas en las que la sensación de lo ajeno, nuevo, no vivenciado haya sido
eliminada con la mayor rapidez y frecuencia posibles: las explicaciones más
acostumbradas.
6. (…) (las emociones, los sentidos puestos
como causa, como «culpables»; estados de necesidad fisiológicos interpretados
mediante otros estados de necesidad como «merecidos») (…) se confunde la
verdad con el efecto de lo creído como verdadero…
7. (…) Dondequiera que se busquen
responsabilidades suele ser el instinto de querer castigar y juzgar
quien las busca. Se ha despojado al devenir de su inocencia cuando cualquier
ser de tal y tal modo se remite a la voluntad, a propósitos, a actos de
responsabilidad: la doctrina de la voluntad ha sido inventada esencialmente con
la finalidad de castigo, es decir, del querer encontrar culpable. (…)
con el concepto de «orden moral del mundo» siguen infestando la inocencia del
devenir mediante el «castigo» y la «culpa».
8. (…) Nadie es responsable del mero
hecho de existir, de estar constituido de tal o cual modo, de hallarse en estas
circunstancias, en este entorno.
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