martes, 30 de abril de 2024

Fragmentos de 'Inmóvil como el colibrí' - Henry Miller I

INMÓVIL COMO EL COLIBRÍ
Traducción de Carlos Manzano
Prefacio
…aunque cambiemos de piel una y otra vez, nunca perdemos nuestra identidad. (…)
La idea es: no esperes a que cambien las cosas, la hora del hombre es la presente y, ya estés trabajando en la base del montón o en su cima, si eres una persona creativa seguirás produciendo, pase lo que pase, y eso es lo máximo que puedes esperar. (…) cuando estas convencido de que todas las salidas están bloqueadas, o te pones a creer en los milagros o te quedas inmóvil como el colibrí. El milagro estriba en que la miel está siempre ahí, delante de tus narices; solo, que estabas demasiado ocupado buscándola en otro lado para darte cuenta. Lo peor no es la muerte, sino la ceguera ante la realidad de que todo en la vida tiene un carácter milagroso.
El lenguaje de la sociedad es el del conformismo; el de la persona creativa es el de la libertad. Mientras quienes componen el mundo cierren los ojos ante la realidad, la vida seguirá siendo un infierno. Pasar de una ideología a otra es un juego inútil. Cada uno de nosotros es único y se debe reconocer como tal. (…) Antes que nada todos somos seres humanos, diferentes unos a otros, y estamos obligados a vivir juntos, a cocernos en la misma olla. Los espíritus creativos son los fecundadores: son los lame vov que impiden el hundimiento del mundo. Si no se les hace caso, si se los reprime, la sociedad se convierte en una colección de autómatas.
Lo que no queremos afrontar, lo que no queremos oír ni escuchar -ya sea disparate, traición o sacrilegio- es precisamente aquello a lo que debemos prestar atención. Incluso un idiota puede tener un mensaje para nosotros. Tal vez yo sea uno de esos idiotas, pero voy a dar mi opinión. Falta mucho, muchísimo, camino por recorrer y, como dijo Fritz von Unruh, «aún no se ve la salida».
Henry Miller, 16 de febrero de 1962. California.
La hora del hombre
…Era sencillo. Al estar a la altura total de uno mismo – dicho de otro modo, dar más de lo pedido-, devolvíamos al necesitado su dignidad humana. (…) La necesidad del otro desaparecía al instante, porque se la satisfacía con la reserva inagotable del espíritu y el espíritu responde al espíritu. (…) no debatir, no demorarnos, no preguntarnos por el resultado de nuestra acción… y, desde luego, no buscar la aprobación ni la recompensa. (…) Sobre todo, no esperar a que el siguiente hombre haga lo propio. Nos parecía absolutamente claro y simple a nosotros: demasiado claro, demasiado sencillo, tal vez. Quien procure poner en practica esa verdad ha de tener el valor del león, la tenacidad del toro, la astucia de la serpiente y la inocencia de la paloma.
(…) «Hablar siempre de Dios de una forma nueva: ésa debería ser nuestra misión fundamental», dijo Eric Gutkind. (…) Dios, el mundo y el hombre. Lo que es, lo que puede ser, lo que debe ser. (…) (el hombre) Aún está dispuesto a dar cabida a nuevos dioses, nuevas religiones… a partir del descreimiento mas que de la creencia. Se niega rotundamente a reconocer que en su inmediato centro de visión está el venero de la revelación. En una roca no ve otra cosa que una roca, en una flor sólo una flor y en el hombre nada más que un hombre. Sin embargo, la verdad es que en el más insignificante objeto de la Creación está encerrado el secreto de todas las creaciones.
(…) La verdad simple y evidente de que aceptar el mundo es transformarlo parece superar totalmente su capacidad de comprensión. Si la puerta cede, se debe forzarla. Nada puede contener la subida de la marea y todas las pruebas indican que ésta está subiendo. Por mucho que el hombre se rodee de toda la seguridad que imagina, la puerta cederá.
Hijos de la tierra
…Todas las veces en que me aventuro por el mundo, me veo preguntándome si la gente quiere de verdad cambiar. (…) El hombre anhela la felicidad aquí, en la tierra, no la satisfacción, no la emancipación. Entonces, ¿se engañan totalmente al buscar la felicidad? No, la felicidad es deseable, pero es un subproducto, el resultado de una forma de vida, no de un objetivo que esté por siempre jamás fuera de nuestro alcance. La felicidad se alcanza por el camino y, si es efímera, como creen la mayoría de los hombres, puede dar paso también, en lugar de a la ansiedad o la desesperación, a un jubilo sereno y duradero. Convertir la felicidad en la meta es destruirla por adelantado. Si hay que tener una meta, cosa discutible, ¿por qué no la de la autorrealización? Esa actitud para con la vida presenta la excepcional y saludable característica de que en ese proceso la meta y el buscador se vuelven una y la misma cosa. (…) Es que, si hay un poder con el que cuenta el hombre indubitablemente - ¿acaso no hemos tenido demostraciones de ello una y otra vez? - es el de alterar nuestra forma de vida. Tal vez sea el único poder del hombre.
(…) El hombre no tiene su ser en un vacío de hechos históricos, sino en un reino de magia y misterio. Sólo en el mito tiene valor para reconocer la gloria de su origen, la capacidad de su espíritu. (…) El único nivel en el que se puede producir un cambio decisivo, con sentido, es el del espíritu. Estar regenerado significa poder remontarse hasta el origen, recuperar las capacidades creativas con las que afrontar todos los problemas. (…)
Viviendo aparte y en paz conmigo mismo, he llegado a comprender más vívidamente el significado de la doctrina de la aceptación: abstenerse de dar consejos, abstenerse de inmiscuirse en los asuntos de los demás, abstenerse de modificar – aun cuando los motivos fueran los más elevados – la forma de vida de otros… ¡Tan sencillo y, sin embargo, tan difícil para un espíritu activo! ¡No intervenir! Y, sin embargo, no volverse indiferente ni denegar la ayuda cuando se te solicite sinceramente. Al vivir así, al practicar la forma de vida sencilla, ocurren cosas extrañas; alguien podría considerarlas milagrosas. Y se reciben asombrosas enseñanzas instructivas de quienes menos se podía esperar… (…) Como se sabe, el maestro zen dice a veces: «¡Mata al Buda!» Se trata de acabar con los esfuerzos fútiles, no situar al Buda (o a Cristo) más allá, fuera de ti, sino reconocerlo en ti mismo, ser quien eres, completamente. Desde luego, cuando alcanzas ese estado de conciencia, no hay necesidad – ni urgencia – de convertir a otros a nuestra forma de pensar. Ni siquiera es necesario – como lo expresó en cierta ocasión Vivekananda – ir por ahí haciendo el bien. (…) Nuestro destino estriba precisamente en la capacidad para distinguir las incesantes transformaciones que este navío de la vida – la condition humaine – puede experimentar. (…) Quien haya experimentado la unicidad y el gozo de la vida sabe que ser lo es todo. «La madurez lo es todo», dijo Shakespeare. Es la misma cosa.

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