viernes, 14 de febrero de 2014
3 poemas de Bukowski
No hay nada que discutir
no hay nada que recordar
no hay nada que olvidar
es triste y no es triste
parece que la cosa más sensata
que una persona puede hacer
es estar sentada
con una copa en la mano
mientras las paredes blanden
sonrisas de despedida
uno pasa a través de
todo ello con una cierta
cantidad de eficiencia y valentía
entonces se va,
algunos aceptan
la posibilidad de Dios
para ayudarles en su paso
otros lo aceptan como es
y por estos bebo esta noche.
Bien, así es la cosa...
a veces cuando todo parece ir de mal
en peor
cuando todo conspira
y corroe
y las horas, días,
años
parecen desperdiciados,
tendido sobre mi cama
en la oscuridad
mirando hacia el techo
concibo lo que muchos considerarán un
detestable pensamiento:
aún es agradable ser Bukowski.
París
Fue como no haber estado allí.
Céline se había ido.
no había nadie allí.
París fue un bocado de aire azulado.
Las mujeres pasaban como una inhalación
No había ningún ejército por ahí.
Todos eran ricos.
No había pobres a la vista.
No había viejos a la vista.
Cuando te sentabas en una mesa en un café
te caían celosas miradas
más importantes que tú.
La comida era demasiado cara para comerla.
Una botella de vino te costaba tu mano derecha.
Céline se había ido.
Hombres gordos fumaban cigarros convirtiéndose en
gloriosas bocanadas de humo.
domingo, 9 de febrero de 2014
Frases de Albert Einstein!
Fragmento Capítulo 80 de Rayuela - Julio Cortázar!
Fragmento de Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont
Las perturbaciones, las
ansiedades, las depravaciones, la muerte, las excepciones en el orden físico o
moral, el espíritu de negación, los embrutecimientos, las alucinaciones
servidas por la voluntad, los tormentos, la destrucción, los trastornos, las
lágrimas, las insaciabilidades, los servilismos, las imaginaciones penetrantes,
las novelas, lo inesperado, lo que no hay que hacer, las singularidades
químicas del buitre misterioso que acecha la carroña de alguna ilusión muerta,
las experiencias precoces y abortadas, las oscuridades con caparazón de chinche,
la monomanía terrible del orgullo, la inoculación de los estupores profundos,
las oraciones fúnebres, las envidias, las traiciones, las tiranías, las
impiedades, las irritaciones, las acrimonias, los despropósitos agresivos, la
demencia, el spleen, los espantos razonados, las inquietudes extrañas que el
lector preferiría no sentir, las muecas, las neurosis, las hileras sangrantes
por las cuales se hace pasar la lógica acorralada, las exageraciones, la
ausencia de sinceridad, las burlas, las vulgaridades, lo sombrío, lo lúgubre,
los partos peores que los crímenes, las pasiones, el clan de los novelistas de
tribunales, las tragedias, las odas, los melodramas, los extremos presentados a
perpetuidad, la razón impunemente silbada, los olores de los cobardes, las desazones,
las ranas, los pulpos, los tiburones, el simún del desierto, lo sonámbulo,
turbio, nocturno, somnífero, noctámbulo, viscoso, foca parlante, equívoco,
tuberculoso, espasmódico, afrodisiaco, anémico, tuerto, hermafrodita, bastardo,
albino, pederasta, fenómeno de acuario y mujer bar-buda, las horas borrachas de
desencanto taciturno, las fantasías, las acritudes, los monstruos, los
silogismos desmoralizadores, las basuras, lo que no reflexiona como el niño, la
desolación, el manzanillo intelectual, los chancros perfumados, las nalgas con
camelias, la culpabilidad de un escritor que rueda por la pendiente de la nada
y se desprecia a sí mismo con gritos alegres, los remordimientos, las
hipocresías, las perspectivas vagas que os trituran con sus engranajes
imperceptibles, los serios escupitajos sobre los axiomas sagrados, los piojos y
sus cosquilleos insinuantes, los prefacios insensatos, como los de Cromwell, la
señorita de Maum y de Dumas hijo, las caducidades, las impotencias, las
blasfemias, las asfixias, los ahogos, las rabias ante esos osarios inmundos que
hacen que enrojezca al nombrarlos, es hora de reaccionar ya contra lo que nos
lastima y nos doblega tan soberanamente.
domingo, 2 de febrero de 2014
El amenazado - Jorge Luis Borges
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición,
el aprendizaje de las palabras que usó el áspero norte para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos,
el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal,
el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente,
ya el hombre se levanta a la voz del ave,
ya se han oscurecido los que miran por las ventanas,
pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.