domingo, 3 de septiembre de 2023

Fragmentos de Diario II (1934-1939) - Anaïs Nin [Parte I]

Introducción por Gunther Stuhlmann
«Lo que prefiero en mí -escribe- es la audacia y el valor. La forma de ser fiel a mí misma sin herir ni molestar excesivamente a quienes me rodean…»
Sigue siendo «incapaz de arraigar tranquilamente debido a la presencia de diversos aspectos de mí misma, siempre en florecimiento, estratos de misterios latentes, de todo lo que todavía no soy.»
«Me he dado cuenta perfectamente del drama político que se estaba desarrollando, pero no he tomado partido alguno, porque la política, todas las políticas, me parecían podridas hasta el fondo, y porque están siempre basadas en la economía en lugar de hacerlo sobre una base humanitaria. El sufrimiento del mundo me parecía irremediable, como no sea a través de lo que podamos cada uno hacer individualmente (…) no tenía confianza en ningún sistema ni en ningún movimiento.»
«nada puede cambiar la naturaleza humana. Sé demasiado bien que el hombre sólo puede ser cambiado psicológicamente, y que el miedo y la codicia le hacen inhumano.»
[Noviembre de 1934]
…la vida es todo exteriorización, todo acción, sin pensamiento, ni meditación, ni sueños, ni reflexión; sólo la exuberancia de la acción. No hay recuerdos del pasado, ni mirada atrás, ni dudas, ni preguntas.
Ahora que ya sé lo que hierve en su interior, no me atrevo a mirar demasiado fijamente a los demás, porque me parecen un poco artificiales, como robots, hechos de cemento y cables eléctricos.
¿Es una enfermedad nueva, fruto de nuestra época? No hay tiempo para el amor, no hay tiempo para la amistad, no hay tiempo para la confidencia.
El descubrimiento del significado es lo que embellece y profundiza la experiencia. Ningún objeto, ningún ademán, ningún acto dejan de estar iluminados por el significado.
La negación de uno mismo necesaria para poder ser bueno, humano, es la negación del lado malo natural del yo, y por tanto no es un sacrificio, sino autoprotección; es decir, la más egoísta de las actitudes posibles. Por otra parte, lo que aparentemente es sacrificarse por los demás, es, en realidad, dominio, una defensa para no ser demasiado humano, y continúa siendo un modo de ceder a la maldad fingiendo que se es bueno.
Es interesante leer el prólogo de D. H. Lawrence al libro de Edward Dahlberg Bottom Dog:
En América, el verdadero pionero luchó como un diablo y sufrió hasta que el alma se le cayó a pedazos… El espíritu y la voluntad sobrevivieron; pero algo del alma pereció: la suavidad, el expansionarse, la ternura natural… Se produce entonces un volverse hacia el interior individual, un aislamiento, un amorfo desasimiento como el que se da en los granos de arena, cada uno aislado con su propia voluntad…
…me di cuenta de la rapidez con que la psique humana puede despojarse de su conciencia y sus contactos emocionales para quedar reducida a una condición sub-brutal de simple persistencia.
Si tan fácil resultó que se les cayera el alma a pedazos, quedarse sin alma, es que ésta ya al principio tenía muy poca fortaleza.
[Febrero de 1935]
…el pensamiento puro pocas veces existe en forma abstracta, pues es parte de la experiencia y de las emociones. Una síntesis.
El hombre generaliza a partir de la experiencia, y niega la fuente de sus generalizaciones. La mujer individualiza y personaliza, pero, en último término, el análisis revelará que las racionalizaciones del hombre son un disfraz de su tendencia personal, y que la intuición de la mujer no era sino un reconocimiento de la influencia de lo personal en todo pensamiento.
Es extraño; perder el yo, el ego. El ego es la caricatura que las personas confunden con su yo, el ego es el fraude, el actor, el travestí del yo.
Yoes perdidos, confundidos, ciegos. Cuando nace el verdadero yo, el ego desaparece.
Aquí está el remedio contra la ira, el contraveneno que el mundo prefiere denigrar e ignorar. Cuántas personas duras y no-humanas he visto derretirse ante mis ojos y volverse humanas. Cuántas iras se desvanecieron, cuántas actitudes falsas se abandonaron, cuántos odios quedaron curados.
He visto personas torcidas e impotentes transformarse en seres constructivos, creadores, humanos. Sobre todo, he visto que la fuente de ira más corriente es la impotencia. La hostilidad no es más que celos. El afán destructivo es un signo de impotencia.

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