Hacia mi pálida estrella,
bajo un techado de brumas o en la vastedad etérea,
yo me hago a la vela;
El pecho saliente y los pulmones hinchados
como velamen,
yo trepo al lomo de las olas amontonadas
que la noche me vela;
Siento vibrar en mí todas las pasiones
de un navío que sufre;
El buen viento, la tempestad y sus convulsiones
sobre el inmenso abismo
me mecen.
¡Otras veces, calma chicha, gran espejo
de mi desesperación!
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