lunes, 12 de junio de 2023

El zen y el arte del tiro con arco – Eugen Herrigel

El primer principio es no engañarse a sí mismo,
y yo soy la persona más fácil de engañar.
Richard Feynman

La mente confusa del arquero se traiciona a sí misma en todo sentido y en todos los planos de su actividad.

El hombre es una flecha pensante pero sus más grandes obras sólo las realiza cuando no está pensando o calculando. La “puerilidad” debe ser recuperada a través de largos años de adiestramiento en el arte del olvido de sí, y cuando lo logra, el hombre piensa aunque no piense.

…el tirador apunta a sí mismo y busca acertar en sí mismo.

El meramente curioso no tiene derecho a pedir nada… El zen, como toda mística, será comprendido únicamente por el místico que… no sucumbirá a la tentación de obtener de forma subrepticia lo que la experiencia mística le niega.

Si desea ir más allá, habrá de entregarse con todo su ser…

Satori: Intuición, la iluminación de la comprensión de la verdadera naturaleza de uno. Es percepción, de la síntesis de afirmación y negación. Aprehensión de que el ser es devenir y el devenir es ser. Intuición que capta la totalidad e individualidad de las cosas.

El hombre es un ser pensante pero sus grandes obras las realiza cuando no calcula ni piensa.

Lo que le obstruye el camino es su voluntad demasiado activa. Usted cree que lo que usted no haga, no se hará ¿Qué hacer? Aprender a esperar ¿Y cómo se aprende? Desaprendiéndose de sí mismo, dejándose atrás; que de usted no quede otra cosa que el estado de tensión, sin intención alguna.

¿Por qué anticipar con el pensamiento lo que sólo la experiencia puede enseñar?

Las formas dominadas a la perfección no oprimen sino que liberan. Día tras día aumenta su capacidad de seguir sin dificultad técnica cualquier inspiración, pero también de recibirlas. Con su vida le da ejemplo de la obra interior y lo convence con su sola presencia.

Al que debe caminar 100 millas, nosotros le recordamos que considere 90 como la mitad.

Actitud íntima, como si el blanco se encontrara a distancia infinita, depende de la “presencia de espíritu”: vivacidad y vigilia. Los aciertos confirman exteriormente lo que interiormente sucede… Discípulo responde: esa coincidencia no la comprendo. Maestro: se trata de fenómenos inalcanzables para el intelecto. Aún en la naturaleza existen coincidencias incomprensibles y tan ciertas que nos acostumbramos a ellas como si se sobreentendieran. Lo interior y lo exterior son uno.

Ya sabe que no debe enojarse por los tiros fallados, pero tampoco debe regocijarse con los logrados. Tiene que desaprenderse de ese fluctuar entre placer y desplacer. Tiene que aprender a sobreponerse a ello con libre ecuanimidad, alegrándose como si otro hubiese hecho esos disparos. Estos también tiene que practicarlo incansablemente, no se imagina cuanta importancia tiene.

“Ello” dispara, “ello” acierta: ¿soy yo quién estira el arco, o es el arco que me atrae al estado de máxima tensión? ¿Soy yo quién da en el blanco o es el blanco que acierta en mí? ¿El “ello” es espiritual visto con los ojos del cuerpo, o corporal visto con los ojos del espíritu? ¿Es ambas cosas o ninguna? Todo eso: el arco, la flecha, el blanco y yo estamos enredados de tal manera que ya no me es posible separar nada; y hasta el deseo de separar ha desaparecido.

Es un enfrentamiento consigo mismo que penetra hasta las ultimas profundidades. Lo sentirán cuando se reencuentren con sus amigos y relaciones; ya no habrá la misma armonía de antes. Ustedes ven muchas cosas de manera distinta y miden con otras medidas.

La oración es una flecha apuntada al oído de Dios
(agrego: y los gestos a su espíritu)

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