Anaïs Nin fue asistente del psicoanalista Otto Rank, discípulo de Freud, quien comenzó siendo su psicoanalista para, posteriormente, ser su maestro y amigo, incentivándola a profundizar sus conocimientos en psicología. Diario II es una selección de textos que abordan sus pensamientos en este período.
[Marzo de 1935]
(…)
¿Seremos algún día capaces de buscar esa fuerza
en nosotros mismos? Algunos hombres lo han sido. Y también han enloquecido en su soledad. La mujer será la última de la tierra que aprenda a ser
independiente, a encontrar fuerza en sí misma.
[Abril de 1935]
Rank cree que para crear es necesario destruir. La mujer no puede destruir. (...) Para crear sin destruir, estuve a punto de destruirme a mí misma.
(…)
Cuando el cinismo llega al máximo, empiezo a
inhibirme. Cuando la gente comienza a burlarse y a destruirse mutuamente, me
siento más cerca de mis preocupados pacientes. Me encuentro más cerca de la
gente que sufre que de los que hacen chistes, se burlan, odian.
Las veladas frívolas siempre empiezan muy bien.
Yo entro en el juego con vivacidad y mucho ánimo, con curiosidad y placer por
la aventura. Pero mi placer y diversión se desvanecen gradualmente. La ironía,
la burla, el ridículo, me hielan la sangre. Como si fuera testigo de una escena
de sadismo.
Busco la salida, una excusa para escaparme (…)
Quiero irme.
(…)
Usted no conoce ni la muerte ni las cosas
acabadas -me dijo-. Su descontento es, simplemente, inquietud creadora; no es
un refunfuñar, sin curiosidad. Usted todavía espera que ocurran milagros.
(…)
Todo el día acude gente, gente que pide fuerza.
Intuyo que el análisis podría crear un tipo
nuevo y peligroso de idealismo.
(…)
Mientras bajo, pienso en el problema de la
simetría de las emociones, en la necesidad que la gente tiene de vengarse, de
replicar, de equilibrar ira con ira, humillación con humillación, indiferencia
con indiferencia.
(…)
James Boyd me llevó al teatro. Me contó una
historia fascinante sobre Hemingway, que es muy amigo suyo. Dijo que Hemingway
paseaba arriba y abajo por su estudio, diciendo: «Sé que hay otra dimensión,
soy plenamente consciente de que existe. Pero no consigo alcanzarla.» Así,
Hemingway está atrapado por su método de descubrir lo exterior, su fidelidad a
la superficie, a las palabras realmente pronunciadas.
(...)
Henry se contenta con un fluir de personas que
para él no son vitales. Dedica a este flujo su tiempo, su energía, sus ideas,
su conversación, su correspondencia, pero no se da a sí mismo. Cree que así se
comunica con el mundo. Cree que soy reservada, porque no comprende que no puedo
dar lo superficial, que solamente puedo crear lazos vitales, profundos, con
unos pocos. Me mantengo al margen de ese fluir habitual.
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