[Agosto de 1935]
(…) Los surrealistas son los únicos que
creyeron que se puede vivir con superposiciones y expresan, capa sobre capa, el
pasado y el presente, el sueño y lo real, porque creen que somos seres
unidimensionales, que no existimos o experimentamos a un solo nivel, y que la
única forma de trascender las contradicciones de la vida es permitir la
existencia de esas mismas contradicciones multilaterales, tal como se
presentan.
(…) El amor que el creador muestra por el
cambio y la movilidad, no inspira la confianza humana. Creo que en todo esto me
impulsa tal pasión por la vida que la idea de no moverme constituye en mí una
idea de muerte. (…) La búsqueda de valores estables me parece una búsqueda de
la inmovilidad, del estancamiento. (…) Todo lo que no esté vivo quiero
arrojarlo lejos de mí. (…) Cuando hacia análisis, observé claramente que el
miedo a la muerte estaba en proporción con el no-vivir. Cuanto menos vive una
persona, más miedo tiene. Vivir significa, para mí, vivir con cada una de las
células, con cada una de las partes del propio yo. (…) La gente que vive en
profundidad, no teme a la muerte.
(…) Conflicto entre un yo femenino que quiere
vivir en un mundo dominado por el hombre, vivir en armonía con los hombres, y
el creador que hay en mí, capaz de crear un mundo que me sea propio y un ritmo
propio que no encuentro con quien compartir. Mi deseo de aventuras, expansión,
fiebre, fantasía, grandeza. (…)
He aprendido a arreglármelas sin ese calor
humano, a aceptar esos icebergs, esas remotas especies no-humanas (…) y vivir
en la fantasía sin proximidades humanas. (…) En Villa Seurat, sentí que mis
palabras se rompían en pedazos porque no quería, no podía aceptar la
mediocridad. (…) He decidido llegar a ser temeraria, hacer y tratar de hacerlo
todo porque nada me retiene en la tierra, y no me da miedo morir. Viviré mis fantasías,
me intoxicaré de gente, vida, ruido, movimiento, trabajo, creación, aunque ello
suponga una vida más corta, pues tampoco esto que está fuera de la realidad es
lo que proporciona la alegría. (…)
¿Qué me aleja de lo que los demás llaman felicidad,
hogar y familia? ¿Por qué el amor que siento por ellos no me retiene? ¿Por qué
no permite que eche raíces? Juegos. Aventuras. Lo desconocido.
(…) No pertenezco al mundo de Villa Seurat.
Tendré que construirme mi propio mundo.
[Enero de 1936]
(…) Que miedo a las conversaciones que hay
aquí. No hay conversación. Todo el mundo bebe. Todos los sentimientos, todos
los sentidos, embotados. Carecen del sentido de la riqueza, de la plenitud, de
la expansión. Les aterra la intimidad. Y, en consecuencia, están alienados. Solos.
[Abril de 1936]
(Descripción del mundo árabe. Me hace gracia el
inicio, pero es muy hermosa esta parte...)
Por todas partes el árabe se agacha y espera. No
importa dónde. (…) Sidi Hassan Benanai me recibió bajo la bella columnata
dorada. Pero como acababa de empezar un ayuno de cuarenta días acompañado de
oraciones, permaneció sentado silenciosamente, mientras oraba pasando las
cuentas, y el té fue servido en silencio, y siguió rezando, sonriéndome de vez
en cuando e inclinando la cabeza, hasta que me fui. (…) Misterio y laberinto.
Calles complicadas. Paredes anónimas. Lujo secreto. El secreto de esas casas
sin ventanas a la calle. Las ventanas y puertas dan al patio. (…) la planta de
los jardines es laberíntica. Disponen los arbustos de tal modo que podrías perderte.
Les encanta la sensación de haberse perdido. Esto ha sido interpretado como un
deseo de reproducir el infinito. (...) Fez. Tarde o temprano, siempre se llega a una
ciudad que resulta ser la imagen de las ciudades interiores. Fez es la imagen
de mi yo interior. Esto podría explicar la fascinación que me produce. Cubierta por un
velo, llena e inagotable, laberíntica, tan rica y variada que me pierdo en
ella. Pasión por lo misterioso, lo desconocido, por lo infinito y lo
inexplorado. (…) Las relaciones entre las personas no dependen tanto de la
conversación como de la creación de una atmosfera, un tono propicio, onírico,
meditativo, contemplativo.
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