[Mayo de 1936]
(…) Me aferro
al mundo creado por los artistas, porque el otro está lleno de horror, y no le
encuentro remedio. (…) Cuando estoy rodeada de gente y caigo en estado de
ensoñación, mi voz se hace remota. Henry notó el contraste entre la voz cálida
y la voz remota. Hay gente que sólo es natural en público. Henry respira, vive,
habla mejor si está rodeado de mucha gente. Para mí, el momento más sincero y
natural es cuando estoy sola, o cuando estoy con quien amo.
[Junio de
1936]
(…) Quería no
tener nada que rumiar, nada a lo que dar vueltas. (…) yo respiro y amo sin la
necesidad de decir: «Respiro y amo» (…) – Anaïs, tienes una gran fuerza,
espiritual y vital, y pese a estar envuelta en mitos y leyendas, eres para mí
como un látigo.
(…) también te
gustará a ti algún día, no sé cuándo, cuando te des cuenta de que la vida es
sueño, y de que los sueños son algo necesario para la vida; (…) pero en lo
fundamental, nada ha cambiado, si alguien es bueno, nada cambia (…) No he
dejado de ser consciente del drama político que se desarrolla y no he tomado
partido porque para mí la política, sea la que sea, me parece podrida hasta el
fondo, basada en lo económico en lugar de basarse en lo humanitario. Me parece
que el sufrimiento del mundo no tiene remedio, que solamente puede paliarse con
lo que cada uno de nosotros logre hacer individualmente.
Vivimos en un
mundo que se desmorona. Cuanto más se desmorona, más me siento que debo afirmar
la posibilidad de un mundo individualmente perfecto, un mundo de amores
personales, de relaciones personales, de creación. Quizá trato sólo de colocar
una capa de opio sobre un volcán. (…) – No eres cobarde, Gonzalo. Quizás te
falta sólo la fe absoluta, el creer ciegamente en el lado con el que estás, (…)
Creo que no estás seguro. A veces hace falta más valor para seguir las propias
convicciones personales que para seguir una línea de acción que es posible
compartir con muchos. (…) – No eres sólo una mujer -dice Henry-, eres más que
una mujer.
Yo me río
porque soy las dos cosas. A veces puedo vivir en un mundo grande, impersonal, y
otras veces encuentro frío todo eso, y regreso al mundo personal, íntimo. El
gran mundo, el mundo en el que a veces la mujer nada con una cierta aprensión
humana, con algo de soledad humana, es un mundo estelar de magnitud y mutación
que simultáneamente fascina y hiere. (…) Cuando salgo al mundo, a los cafés, a
las fiestas, busco experiencias profundas, amistades verdaderas. Cuando las
encuentro, hago una pausa. Me detengo a saborear, a profundizar por medio de la
reflexión, les dedico toda mi atención. Henry sigue. Más cafés, más personas,
más movimiento, sin elegir, sin profundizar, sin valorar.
[Agosto de
1936]
(…) Como
consecuencia, la gente le resulta carente de densidad. Sólo capta su fosforescencia.