viernes, 26 de diciembre de 2014

Salvo el crepúsculo - Julio Cortázar (Fragmentos I)

Arrimos
Discurso del método, método del no discurso, 
y así vamos.
Lo mejor: no empezar, arrimarse por donde se pueda.
Ninguna cronología, baraja tan mezclada que no vale la pena.
Cuando haya fechas al pie, las pondré. O no.
Lugares, nombres. O no.
De todas maneras vos también decidirás lo que te dé la gana.
La vida: hacer dedo, auto-stop, hitchhicking: 
se da o no se da, igual los libros que las carreteras.

Ahí viene uno. ¿Nos lleva, nos deja plantados?

Billet doux (Fragmento)
Tendré que contestarte, dulcísima penumbra, y decirte:
Buenos Aires, cuatro de noviembre de mil novecientos
cincuenta. Así es el tiempo, la muesca de la luna presa 
en los almanaques, cuatro de.
y se necesitaba tan poco para organizar el día en su justo
paso, la flor en su exacto linde, el encuentro en la precisa.
Ahora bien, lo que se necesitaba.
Sigue a la vuelta, como una moneda, una
   alfombra, un irse.
(No se culpe a nadie de mi vida).

A un dios desconocido (Fragmento)
Quienquiera seas no vengas ya.
                     (...)
Obedeciéndote hemos caído.
                     (...)
...el reloj que puntual nos saca de la cama.
Venga usted a las dos, venga a las cuatro,
desgraciadamente tenemos tantos compromisos.
                     (...)
Quienquiera seas no vengas ya.
Te escupiríamos, basura, 
fabricado a nuestra imagen
de nilón y de orlón, Iahvé, Dios mío.

Para escuchar con audífonos (Fragmento)
Un técnico me lo explicó, pero no comprendí mucho. Cuando se escucha un disco con audífonos (no todos los discos, pero sí justamente los que no deberían hacer eso), ocurre que en la fracción de segundo que precede al primer sonido se alcanza a percibir, debilísimamente, ese primer sonido que va a resonar un instante después con toda su fuerza. A veces uno no se da cuenta, pero cuando se está esperando un cuarteto de cuerdas o un madrigal o un lied, el casi imperceptible pre-eco no tiene nada de agradable. Un eco que se respete debe venir después, no antes, qué clase de eco es ése.
(...)
...y durante mucho tiempo los creí un mero recurso ocasional, enclave momentáneo para librar a parientes o vecinos de mis preferencias en materia de Varese, Nono, Lutoslavski o Cat Anderson, músicos más bien resonantes después de las diez de la noche. Y hay que decir que al principio el mero hecho de calzármelos en las orejas me molestaba, me ofendía...
De edades y tiempos (fragmento)
...recordar obligadamente desde el hic et nunc que deforma casi siempre el pasado (Proust incluido, mal que les pese a los ingenuos).

Ándele (fragmento)
1)
(...)
            y alarga el brazo hacia ese libro o ese disco,
                  suena el teléfono: a las nueve esta noche,
                  llegaron compañeros con noticias,
                  tenés que estar sin falta, viejo,

o es Claudine que reclama su salida o su almohada,
o Roberto con depre, hay que ayudarlo,
o simplemente las camisas sucias
amontonándose en la bañadera
como los diarios, las revistas, y ese

                  ensayo de Foucault, y la novela
                  de Erica Jong y esos poemas
           de Sigifredo sin hablar de mil
           trescientos grosso modo libros discos y películas (...)

 la carretilla de la vida
con carga para cinco décadas, con sed
de viñedos enteros, con amores
que inevitablemente superponen
tres, cinco, siete mundos
que debieran latir consecutivos
y en cambio se combaten simultáneos
en lo que llaman poligamia y que tan sólo
es el miedo a perder tantas ventanas
sobre tantos paisajes, la esperanza
de un horizonte entero—

2)
                    (...) 
                    No nos alcanza el tiempo,
                    o nosotros a él,
                    nos quedamos atrás por correr demasiado,
                    ya no nos basta el día
                    para vivir apenas media hora.

3)
(...)
Así se te va el hoy
en nombre de mañana o de pasado,
así perdés el centro
en una despiadada excentración
a veces útil, claro,
útil para algún otro, y está bien.

4)
No se me queje, amigo,
las cosas son así y no hay vuelta.
Métale a este poema tan prosaico
que unos comprenderán y otros tu abuela,
dése al menos el gusto
de la sinceridad y al mismo tiempo
                  conteste esa llamada, sí, de acuerdo,
                  el jueves a las cuatro,
                  de acuerdo, amigo Ariel,
                  hay que hacer algo por los refugiados.

5)
Pero pasa que el tipo es un poeta
y un cronopio a sus horas,
que a cada vuelta de la esquina
le salta encima el tigre azul,
un nuevo laberinto que reclama
ser relato o novela o viaje a Islandia,
(ha de ser tan traslúcida la alborada en Islandia,
se dice el pobre punto en un café de barrio)
         Le debe cartas necesarias a Ana Svensson,
         le debe un cuarto de hora a Eduardo, y un paseo
         a Cristina, como el otro
         murió debiéndole a Esculapio un gallo,
         como Chénier en la guillotina,
         tanta vida esperándolo, y el tiempo
         de un triángulo de fierro solamente
         y ya la nada. Así, el absurdo
         de que el deseo se adelante
         sin que puedas seguirlo, pies de plomo,
         la recurrente pesadilla diurna
         del que quiere avanzar y lo detiene
         el pegajoso cazamoscas del deber.
        (...)
6)
Vendrán y te dirán (ya mismo, en esta página)
sucio individualista,
tu obligación es darte sin protestas,
escribir para el hoy para el mañana
sin nostalgias de Chaucer o Rig Veda,
sin darle tiempo a Raymond Chandler o Duke Ellington,
basta de babosadas de pequeñoburgués,
hay que luchar contra la alienación ya mismo,
dejate de pavadas,
elegí entre el trabajo partidario
o cantarle a Gardel.

7)
Dirás, ya sé, que es lamentarse al cuete
y tendrás la razón más objetiva.
Pero no es para vos que escribo este prosema,
lo hago pensando en el que arrima el hombro
mientras se acuerda de Rubén Darío
o silba un blues de Big Bill Broonzy.

            Así era Roque Dalton, que ojalá
            me mirara escribir (...)

8)
Esto va derivando hacia otra cosa,
es tiempo de ajustarse el cinturón:
zona de turbulencia.
                                       Nairobi , 1976

A ver ustedes, con la mano en el corazón
díganme, digan si no es hora que
nos juguemos la piel a cara o ceca
para que el pueblo saque la sortija,
antes que suenen las sirenas y el
caballo ciego empiece de nuevo.
              Julio Huasi, Increíble de la suerte.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Libro de Manuel - Julio Cortázar (Fragmentos I)

Me miró despacio con ayuda de un dispositivo ocular profundamente verde y me dijo Andrés, tengo una impresión al nivel del estómago de que todo lo que ocurre o nos ocurre es muy confuso.
—Polaquita, la confusión es un término relativo —le hice notar—, entenderemos o no entenderemos, pero lo que vos llamas confusión no es responsable de ninguna de las dos cosas. Sólo de nosotros, me parece, depende entender, y para eso no basta medir la realidad en términos de confusión o de orden. Hacen falta otras potencias, otras opciones como dicen ahora, otras mediaciones como archidicen ahora. Cuando se habla de confusión, lo que casi siempre hay es confusos; a veces basta un amor, una decisión, una hora fuera del reloj para que de golpe el azar y la voluntad fijen los cristales del calidoscopio. Etcétera.

Claro que, observa el que te dije, a pesar de ese obstruccionismo subjetivo el tema subyacente es muy simple: 1) La realidad existe o no existe, en todo caso es incomprensible en su esencia, así como las esencias son incomprensibles en la realidad, y la comprensión es otro espejo para alondras, y la alondra es un pajarito, y un pajarito es el diminutivo de pájaro, y la palabra pájaro tiene tres sílabas, y cada sílaba tiene dos letras, y así es como se ve que la realidad existe (puesto que alondras y sílabas) pero que es incomprensible, porque además qué significa significar, o sea entre otras cosas decir que la realidad existe; 2) La realidad será incomprensible pero existe, o por lo menos es algo que nos ocurre o que cada uno hace ocurrir, de manera que una alegría, una necesidad elemental lleva a olvidar todo lo dicho (en 1) y pasar a 3) Acabamos de aceptar la realidad (en 2), sea lo que sea o como sea, y por consiguiente aceptamos estar instalados en ella, pero ahí mismo sabemos que, absurda o falsa o trucada, la realidad es un fracaso del hombre aunque no lo sea del pajarito que vuela sin hacerse preguntas y se muere sin saberlo. Así, fatalmente, si acabamos de aceptar lo dicho en 3), hay que pasar a 4) Esta realidad, a nivel de 3), es una estafa y hay que cambiarla. Aquí bifurcación, 5 a) y 5 b):
—Ufa —dice Marcos.
5 a) Cambiar la realidad para mí sólo —continúa el que te dije— es viejo y factible: Meister Eckart, Meister Zen, Meister Vedanta. Descubrir que el yo es ilusión, cultivar su jardín, ser santo, a la caza darle alcance, etcétera. No.
—Hacés bien —dice Marcos.
5 b) Cambiar la realidad para todos —continúa el que te dije— es aceptar que todos son (deberían ser) lo que yo, y de alguna manera fundar lo real como humanidad. Eso significa admitir la historia, es decir la carrera humana por una pista falsa, una realidad aceptada hasta ahora como real y así nos va. Consecuencia: hay un solo deber y es encontrar la buena pista.

...sino que ese absurdo de ir hacia lo absurdo es exactamente lo que hace caer las murallas de Jericó, que vaya a saber si eran de ladrillo o de tungsteno prensado, que para el caso. O sea que están a contrapelo del absurdo porque lo saben vulnerable, vencible, y que en el fondo basta gritarle en la cara (de ladrillos, para seguir la metáfora) que no es más que la prehistoria del hombre, su proyecto amorfo (aquí, innúmeras posibilidades de descripción teológica, fenomenológica, ontológica, sociológica, dialéctico-materialista, pop, hippie) y que se acabó, esta vez se acabó, no se sabe bien cómo pero a esta altura del siglo hay algo que se acabó, hermano, y entonces a ver qué pasa, y por eso precisamente esta noche, en lo que se hace o se dice, en lo que dirán o harán tantos que siguen entrando y se sientan delante de la pared de ladrillos, esperando como si la pared de ladrillos fuera un telón pintado que va a alzarse apenas se apaguen las luces, y las luces se apagan, claro, y el telón no se levanta, archiclaro, porque-las-paredes-de-ladrillo-no-se-levantan. Absurdo, pero no para ellos porque ellos saben que eso es la prehistoria del hombre, están mirando la pared porque sospechan lo que puede haber del otro lado; los poetas como Lonstein hablarán de reino milenario, Patricio se le reirá en la cara, Susana pensará vagamente en una felicidad que no haya que comprar con injusticia y lágrimas, Ludmilla recordará no sabe por qué un perrito blanco que le hubiera gustado tener a los diez años y que nunca le regalaron.
En cuanto a Marcos sacará un cigarrillo (está prohibido) y lo fumará despacio, y yo juntaré tanta cosa para imaginar una posible salida del hombre a través de los ladrillos, y naturalmente no alcanzaré a imaginarla porque las extrapolaciones de la ciencia-ficción me aburren minuciosamente. Al final nos iremos todos a beber cerveza o a tomar mate a lo de Patricio y Susana, por fin empezará a suceder algo de veras...

—Así que tienen el hospital cerca del centro de indagaciones —dijo Fernando—. Estos franceses tan bien organizados, en Santiago las cosas están siempre a unas veinte cuadras una de otra.
—Vos te darás cuenta de la utilidad de haberle traducido la noticia —dijo Patricio.

Le alcanzó otro mate sin contenido ideológico...

Sí, desde luego que hay un mecanismo pero cómo explicarlo y finalmente por qué explicarlo, quién pide la explicación (...) entonces el que te dije bebe despacito su vino, se nos queda mirando un rato y por ahí condesciende a decir o solamente a pensar que el mecanismo es de alguna manera esa lámpara que se enciende en el jardín antes de que la gente venga a cenar aprovechando la fresca y el perfume de los jazmines, ese perfume que el que te dije conoció en un pueblo de Buenos Aires hace muchísimo tiempo, cuando la abuela sacaba el mantel blanco y tendía la mesa bajo el emparrado, cerca de los jazmines (...) y hacía el calor de las noches de enero, la abuela había regado el jardín y el huerto antes de que oscureciera y se sentía el olor de la tierra mojada, de los ligustros ávidos, de la madreselva llena de gotas translúcidas que multiplicaban la lámpara para algún chico con ojos nacidos para ver esas cosas. Todo eso tiene poco que ver hoy, después de tantos años de vida buena o mala, pero está bien haberse dejado llevar por una asociación que enlaza la descripción del mecanismo con la lámpara de los veranos del jardín de infancia, porque así ocurrirá que el que te dije tendrá un placer particular en hablar de la lámpara y del mecanismo sin sentirse demasiado  teórico, sencillamente recordando un pasado cada día más presente por razones de esclerosis, de tiempo reversible, y a la vez podrá mostrar cómo esto que ahora empieza a ocurrir para alguien que probablemente se impacienta, es una lámpara en un jardín de verano que se enciende entre las plantas, sobre una mesa.
(...) con gritos de la madre que pregunta por qué no las taparon con una servilleta, parece mentira que no sepan que esas noches están llenas de bichos (...) es dulce, dulcemente triste, no irse de ahí sin mirar un segundo hacia atrás, hacia la mesa y la lámpara, mirar el pelo gris de la abuela que sirve la cena, en el patio ladra la perra porque ha nacido la luna y todo tiembla entre los jazmines y los ligustros...

...al porqué insolente de toda cosa (...) horror al misterio, a que los hechos ocurrieran y fueran recibidos porque sí y sin tanto por qué...
En mi caso la cuestión era menos rigurosa, mi problema de esa noche antes de que vinieran Marcos y Lonstein a partirme por el eje, cordobeses del carajo, era entender por qué no podía escuchar la grabación de Prozession sin distraerme y concentrarme alternativamente, y pasó un buen rato antes de que me diera cuenta de que la cosa estaba en el piano. Entonces es así, basta repetir un pasaje del disco para corroborarlo; entre los sonidos electrónicos o tradicionales pero modificados por el empleo que hace Stockhausen de filtros y micrófonos, de cuando en cuando se oye con toda claridad, con su sonido propio, el piano. Tan sencillo en el fondo: el hombre viejo y el hombre nuevo en este mismo hombre sentado estratégicamente para cerrar el triángulo de la estereofonía, la ruptura de una supuesta unidad que un músico alemán pone al desnudo en un departamento de París a medianoche. Es así, a pesar de tantos años de música electrónica o aleatoria, de free jazz (adiós, adiós, melodía, y adiós también los viejos ritmos definidos, las formas cerradas, adiós sonatas, adiós músicas concertantes, adiós pelucas, atmósferas de los tone poéms, adiós lo previsible, adiós lo más querido de la costumbre), lo mismo el hombre viejo sigue vivo y se acuerda, en lo más vertiginoso de las aventuras interiores hay el sillón de siempre y el trío del archiduque y de golpe es tan fácil comprender: el sonido del piano coagula esa pervivencia nunca superada, en mitad de un complejo sonoro donde todo es descubrimiento asoman como fotos antiguas su color y su timbre, del piano puede nacer la serie menos pianística de notas o de acordes pero el instrumento está ahí reconocible, el piano de la otra música, una vieja humanidad, una Atlántida del sonido en pleno joven nuevo mundo. Y todavía es más simple comprender ahora cómo la historia, el acondicionamiento temporal y cultural se cumple inevitable, porque todo pasaje donde predomina el piano me suena como un reconocimiento que concentra la atención, me despierta más agudamente a algo que todavía sigue atado a mí por ese instrumento que hace de puente entre pasado y futuro. Confrontación nada amable del hombre viejo con el hombre nuevo: música, literatura, política, cosmovisión que las engloba. Para los contemporáneos del clavicordio, la primera aparición del sonido del piano debió despertar poco a poco al mutante que hoy se ha vuelto tradicional frente a los filtros que sigue manejando ese alemán para meterme por las orejas unas sibilancias y unos bloques de materia sonora nunca escuchados sublunarmente hasta esta fecha. Corolario y moraleja: todo estaría entonces en nivelar la atención, en neutralizar la extorsión de esas irrupciones del pasado en la nueva manera humana de gozar la música. Sí, en una nueva manera de ser que busca abarcarlo todo, la cosecha del azúcar en Cuba, el amor de los cuerpos, la pintura y la familia y la descolonización y la vestimenta. Es natural que me pregunte una vez más cómo hay que tender los puentes, buscar los nuevos contactos, los legítimos, más allá del entendimiento amable de generaciones y  cosmovisiones diferentes, de piano y controles electrónicos, de coloquios entre católicos, budistas y protestantes, de deshielo entre los dos bloques políticos, de coexistencia pacífica; porque no se trata de coexistencia, el hombre viejo no puede sobrevivir tal cual en el nuevo aunque el hombre siga siendo su propia espiral, la nueva vuelta del interminable ballet; ya no se puede hablar de tolerancia, todo se acelera hasta la náusea, la distancia entre las generaciones se da en proporción geométrica, nada que ver con los años veinte, los cuarenta, muy pronto los ochenta. La primera vez que un pianista interrumpió su ejecución para pasar los dedos por las cuerdas como si fuera un arpa, o golpeó en la caja para marcar un ritmo o una cesura, volaron zapatos al escenario; ahora los jóvenes se asombrarían si los usos sonoros de un piano se limitaran a su teclado.
(...)
Hombre nuevo, sí: qué lejos estás, Karlheinz Stockhausen, modernísimo músico metiendo un piano nostálgico en plena irisación electrónica; no es un reproche, te lo digo desde mí mismo, desde el sillón de un compañero de ruta. También vos tenés el problema del puente, tenés que encontrar la manera de decir inteligiblemente, cuando quizá tu técnica y tu más instalada realidad te están reclamando la quema del piano y su reemplazo por algún otro filtro electrónico (hipótesis de trabajo, porque no se trata de destruir por destruir, a lo mejor el piano le sirve a Stockhausen tan bien o mejor que los medios electrónicos, pero creo que nos entendemos). Entonces el puente, claro. ¿Cómo tender el puente, y en qué medida va a servir de algo tenderlo?
(...)
¿Y si no soy legible, viejo, si no hay lector y ergo no hay puente? Porque un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente puente mientras los hombres no lo crucen. Un puente es un hombre cruzando un puente, che.
Una de las soluciones: poner un piano en ese puente, y entonces habrá cruce. La otra: tender de todas maneras el puente y dejarlo ahí; de esa niña que mama en brazos de su madre echará a andar algún día una mujer que cruzará sola el puente, llevando a lo mejor en brazos a una niña que mama de su pecho. Y ya no hará falta un piano, lo mismo habrá puente, habrá gente cruzándolo.

—Se ve que nunca leíste las aventuras de Robinjud —dijo Susana—. Mirá, Monique está haciendo una tesis nada menos que sobre el Inca Garcilaso y tiene muchísimas pecas. Entonces fue con un grupo de maoístas a asaltar la despensa de Fauchon que viene a ser el Christian Dior del morfi, un acto simbólico contra los burgueses que pagan diez francos una palta roñosa importada por avión. La idea no es nueva puesto que no hay ideas nuevas, en tu tierra a lo mejor ya hicieron algo parecido, se trataba de cargar las vituallas en dos o tres autos y distribuirlas a la gente de las villas miseria del norte de París. Monique vio un paquete de yerba y se lo metió vaya a saber dónde para traérmelo, cosa no prevista en la operación y más bien irregular, pero teniendo en cuenta la que se armó esa noche hay que decir que estuvo sublime.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Almafuerte - Obras Completas (Fragmentos I)

Pedro Bonifacio Palacios, nacido en San Justo, Bs. As. El 13 de mayo de 1854, conocido bajo el seudónimo de ALMAFUERTE.

“Sólo cuando todos hayáis renegado de mí, volveré a vosotros; 
llamaré con otro nombre a mis ovejas descarriadas; 
os amaré entonces con otro amor” 
Nietzsche.

ALMAFUERTE
No soy el Cristo-Dios que te perdona:
Soy un Cristo mejor: soy el que te ama!

PARA LOS DERRENGADOS
4.La hipocresía es el distintivo humano; porque sin ella no habría vida social posible.

7.Cada vez que te aproximes a los que amabas de oídas, te alejaras de ellos con una ilusión menos dentro del alma: saber vivir es saber mentir y no querer palpar la mentira de los demás.

11.Entre uno que te gruñe y otro que te sonríe, siendo tú una persona humana, prefiere el que te gruñe.

13.Aquel que viene por donde no debiera venir no viene a lo que dice.

17.Yo sé de muchos pobres que enriquecieron a muchos ricos.
PARA LOS QUE NO NACIMOS GENIOS II
30.Sé grande en miniatura; reposa sobre ti mismo.

34.Deja para los lacayos la vanidad de la librea; y para los necios, el amor propio de las relaciones que mantienen.

35.Busca, en todo, lo que es; y nunca, lo que te parezca o ambiciones que sea.

37.No busques ni el primero ni el último puesto, sino el que te corresponde. Pero, sino quieren darte ese mismo, sal prontamente de la sala, porque en aquella casa no impera la justicia.

39.Simplifica tus necesidades personales y centuplicarás tu acción humana: economiza vida para tus propósitos.

40.Redúcete en lo posible, a lo primitivo, para que el monstruo de tu sensualidad no te entregue, atado de pies y manos, a los adversarios de tus ideales, cualquiera que éstos sean.

41.Haz todos los sacrificios imaginables, con el fin de que no te veas, algunas veces, en la espantosa necesidad de devorar tu misma persona moral, en el pan de cada día.

44.Hazte propietario del pedazo de tierra en que se apoya tu lecho, tu mesa (…) Pero, si la fatalidad se interpone entre este sano propósito y su realización, erígete señor de algo: impera, aunque más no sea, sobre tu propia insignificancia cerebral y sobre tu propio estómago hambriento.

46.No vivas nunca debajo de las alas del águila: abriga más el cielo abierto que la techumbre dorada de los palacios ajenos.

54.En presencia de los grandes se es siervo, y se obedece o se delinque; al lado de nuestros iguales se es hombre y se platica o se disputa; en medio de nuestros inferiores se es César, y se dispone, se juzga, se castiga, se perdona y se ama.
Editorial Claridad

Frase de Paco Urondo!

"La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta. Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud y en mi destino y en la buena suerte: sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia. Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra; compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe". Francisco Paco Urondo

jueves, 20 de noviembre de 2014

Negro el 10 - Julio Cortázar

EMPIEZA por no ser. Por ser no. El Caos es negro.
Como es negra la nada.

NACE la claridad, su gallo triza el cielo,
se esponjan los colores vanidosos.

Pero el negro se ahínca primigenio. Toda luz
en el carbón se abisma, en el basalto.
                                         Tes pysiciens appellent corps noirs ous eux qui
absorbent intégralement les radiations reÇues.
E.U.
PARA mejor lanzarlos al asalto
del día. (Goya pudo decirlo.)

SOCAVÓN en la sangre, en la memoria,
lo negro sube a la palabra, es la tormenta
rabiosa de los odios y los celos:
Othelo el blackmoor, el moro negro
siempre, para el lívido Yago.

PADRE profundo, pez abisar de los orígenes,
retorno a qué comienzo,
estigia contra el sol, y sus espejos,
término de los cambios,
última estela de las mutaciones,  

palabra del silencio.

SU PALACIO nocturno: el sueño, el párpado
sedosa guillotina del diurno pavorreal
para que sólo las similitudes
desplieguen sus tapices de morado, de púrpura y de óxidos,
harem del negro, esperma de los sueños.

SE DIRÍA que le gusta que lo aplanen, lo espatulen, lo tiendan en las lisas superficies, como se hace aquí. Se diría que ama ser el trampolín desde donde saltan los colores, su callado sostén. Todo es más contra el negro, todo es menos cuando falta.

CEDES a estas metamorfosis que una mano enamorada cumple en ti, te llenas de ritmos, hendiduras, te vuelves tablero, reloj de luna, muralla de aspilleras abiertas a lo que se acecha siempre del otro lado, máquina de contar cifras fuera de las cifras, astrolabio y portulano para tierras nunca abordadas, mar petrificado en el que resbala el pez de la mirada.

CABALLO negro de las pesadillas, hacha del sacrificio, tinta de la palabra escrita, pulmón del que diseña, serigrafía de la noche, negro el diez: ruleta de la muerte, que se juega viviendo.
TU SOMBRA espera tras de toda luz.

Casi nadie va a sacarlo de sus casillas - Julio Cortázar

El caballo relincha, el perro ladra,
la suma de los ángulos de un triángulo
es igual a dos rectos,
la sopa, la conciencia, el alcaucil, después
del dos el tres, después del hoy, mañana,
casi nadie lo sacará de sus casillas.
Casi nadie ni nada, porque
¿Cómo tomar en serio esos latidos
en que el sueño es acceso, esas miradas
de insoportable lucidez en un tranvía,
eso que ahora dice: Huye,
pero al final, al fin y al cabo, no era más
que un gajo de naranja
reventando en la boca?
¿Cómo tomar en serio que una puerta
dé a la tristeza cuando el arquitecto
la abre al pasillo, que unos senos
dibujen paralelos sus jardines
cuando es la hora de ir a la oficina?
Imposible negar las evidencias
dice el doctor y dice bien, inútil
sacar de sus casillas al honesto almanaque,
San Rulfo, Santa Tecla, San Fermín,
La Asunción,
el caballo relincha, el perro ladra,
casi nadie le ofrece en una esquina
un pedacito suelto de bicicleta o trompo,
casi nunca es verano en pleno invierno
por razones de estricta pulimentada lógica,
hay que ser lo que es o no ser nada, 
y nada lo sacará de sus casillas, 
nadie lo sacará, 
y si un caballo ladra
no lo sabremos nunca, porque
los caballos no ladran.
Bastaría un apenas, un no quiero,
para empezar de otra manera el día,
hervir la radio con las papas
y a cada chico darle un cocodrilo
para que huela a miedo en las escuelas,
sacar los muertos a que tomen aire,
meter las mitras en la mayonesa,
actividades subversivas, claro,
pero otras cosas hay: fusiles
corren por las picadas, Sudamérica
crece en su selva hacia la aurora,
de tanto arroz bañado en sangre
nacerá otra manera de ser hombre.
No cito más que apenas estas cosas,
saco de sus casillas a unos cuantos
que todavía creen en la poesía
encasillada en su vocabulario
lleno de compromisos con lo abstracto.
(La suma de los ángulos de un triángulo).
((Los caballos no ladran)).
(((Dice el doctor, y dice bien))).

domingo, 9 de noviembre de 2014

Poemas de Jorge Luis Borges

Juan, I, 14
No será menos un enigma esta hoja
que las de Mis libros sagrados
ni aquellas otras que repiten
las bocas ignorantes,
creyéndolas de un hombre, 
no espejos oscuros del Espíritu.
Yo que soy el Es, el Fue y el Será,
vuelvo a condescender al lenguaje,
que es tiempo sucesivo y emblema.
Quien juega con un niño juega con algo
cercano y misterioso;
yo quise jugar con Mis hijos.
Estuve entre ellos con asombro y ternura.
Por obra de una magia
nací curiosamente de un vientre.
Viví hechizado, encarcelado en un cuerpo
y en la humildad de un alma.
Conocí la memoria,
esa moneda que no es nunca la misma.
Conocí la esperanza y el temor,
esos dos rostros del incierto futuro.
Conocí la vigilia, el sueño, los sueños,
la ignorancia, la carne,
los torpes laberintos de la razón,
la amistad de los hombres,
la misteriosa devoción de los perros.
Fui amado, comprendido, alabado y pendí de una cruz.
Bebí la copa hasta las heces.
Vi por Mis ojos lo que nunca había visto:
la noche y sus estrellas.
Conocí lo pulido, lo arenoso, lo desparejo, lo áspero,
el sabor de la miel y de la manzana,
el agua en la garganta de la sed,
el peso de un metal en la palma,
la voz humana, el rumor de unos pasos sobre la hierba,
el olor de la lluvia en Galilea,
el alto grito de los pájaros.
Conocí también la amargura.
He encomendado esta escritura a un hombre cualquiera;
no será nunca lo que quiero decir,
no dejará de ser su reflejo.
Desde Mi eternidad caen estos signos.
Que otro, no el que es ahora su amanuense, escriba el poema.
Mañana seré un tigre entre los tigres
y predicaré Mi ley a su selva,
o un gran árbol en Asia.
A veces pienso con nostalgia
en el olor de esa carpintería.

Heráclito
El segundo crepúsculo.
La noche que se ahonda en el sueño.
La purificación y el olvido.
El primer crepúsculo.
La mañana que ha sido el alba.
El día que fue la mañana.
El día numeroso que será la tarde gastada.
El segundo crepúsculo.
Ese otro hábito del tiempo, la noche.
La purificación y el olvido.
El primer crepúsculo...
El alba sigilosa y en el alba
la zozobra del griego.
¿Qué trama es ésta
del será, del es y del fue?
¿Qué río es éste
por el cual corre el Ganges?
¿Qué río es éste cuya fuente es inconcebible?
¿Qué río es éste
que arrastra mitologías y espadas?
Es inútil que duerma.
Corre en el sueño, en el desierto, en un sótano.
El río me arrebata y soy ese río.
De una materia deleznable fui hecho, de misterioso tiempo.
Acaso el manantial está en mí.
Acaso de mi sombra
surgen, fatales e ilusorios, los días.

Fragmentos de Cambridge
Pienso (ya lo he pensado)
que en este invierno están los antiguos inviernos
de quienes dejaron escrito
que el camino está prefijado
y que ya somos del Amor o del Fuego.
(...)
Nadie en las calles, pero no es un domingo.
No es un lunes,
el día que nos depara la ilusión de empezar.
No es un martes,
el día que preside el planeta rojo.
No es un miércoles,
el día de aquel dios de los laberintos
que en el Norte fue Odín.
No es jueves,
el día que ya se resigna al domingo.
No es un viernes,
el día regido por la divinidad que en las selvas
entreteje los cuerpos de los amantes.
No es un sábado.
No está en el tiempo sucesivo
sino en los reinos espectrales de la memoria.
Como en los sueños
detrás de las altas puertas no hay nada,
ni siquiera el vacío.
Como en los sueños,
detrás del rostro que nos mira no hay nadie.
Anverso sin reverso.

The Unending Gift
Un pintor nos prometió un cuadro. Ahora, en New England, sé que ha muerto. Sentí, como otras veces, la tristeza de comprender que somos como un sueño. Pensé en el hombre y en el cuadro perdidos. (Sólo los dioses pueden prometer, porque son inmortales). Pensé en un lugar prefijado que la tela no ocupará. Pensé después: si estuviera ahí, sería con el tiempo una cosa más, una cosa, una de las vanidades o hábitos de la casa; ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma y cualquier color y no atada a ninguno. Existe de algún modo. Vivirá y crecerá como una música y estará conmigo hasta el fin. Gracias, Jorge Larco. (También los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal.)

Laberinto
No habrá nunca una puerta. Estás adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. 
Es de hierro tu destino como tu juez. 
No aguardes la embestida del toro 
que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
en el negro crepúsculo la fiera.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Canción de Gautama - Julio Cortázar (Fragmento)

"...El hombre que medita al pie
de un árbol que será su signo
sabe que el paso del mendigo
contiene ya el paso del Rey..."

Apología - Oscar Wilde

¿Es tu voluntad que yo crezca y decline?
Trueca mi paño de oro por la gris estameña
y teje a tu antojo esa tela de angustia
cuya hebra más brillante es día malgastado.

¿Es tu voluntad -Amor que tanto amo-
que la Casa de mi Alma sea lugar atormentado
donde deban morar, cual malvados amantes,
la llama inextinguible y el gusano inmortal?

Si tal es tu voluntad la he de sobrellevar
y venderé ambición en el mercado,
y dejaré que el gris fracaso sea mi pelaje
y que en mi corazón cave el dolor su tumba.

Tal vez sea mejor así -al menos
no hice de mi corazón algo de piedra,
ni privé a mi juventud de su pródigo festín,
ni caminé donde lo bello es ignorado.

Fragmento de El sistema del mundo - Neal Stephenson

Daniel rechazó el tabaco con un gesto de la mano.
—Un día la hierba india matará más hombres blancos que indios han matado los hombres blancos.
—Pero no hoy —dijo Newcomen.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Versículos del génesis - José Manuel Caballero Bonald!

Por las ventanas, por los ojos
de cerraduras y raíces,
por orificios y rendijas
y por debajo de las puertas,
entra la noche.

Entra la noche como un trueno
por los rompientes de la vida,
recorre salas de hospitales,
habitaciones de prostíbulos,
templos, alcobas, celdas, chozas,
y en los rincones de la boca
entra también la noche.

Entra la noche como un bulto
de mar vacío y de caverna,
se va esparciendo por los bordes
del alcohol y del insomnio,
lame las manos del enfermo
y el corazón de los cautivos, 
y en la blancura de las páginas 
entra también la noche.

Entra la noche como un vértigo
por la ciudad desprevenida,
rasga las sábanas más tristes,
repta detrás de los cobardes,
ciega la cal y los cuchillos
y en el fragor de las palabras
entra también la noche.

Entra la noche como un grito
por el silencio de los muros,
propaga espantos y vigilias,
late en lo hondo de las piedras,
abre los últimos boquetes
entre los cuerpos que se aman,
y en el papel emborronado
entra también la noche.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Tierra de atrás, literalmente. - Julio Cortázar!

Todo vino siempre de la noche, 
background inescapable, 
madre de mis criaturas diurnas. 
Mi solo psicoanálisis posible 
debería cumplirse en la oscuridad, 
entre las dos y las cuatro de la madrugada 
hora impensable para los especialistas.
Pero yo sí, yo puedo hacerlo a mediodía 
y exorcizar a pleno sol los íncubos, 
de la única manera eficaz: diciéndolos.
 
Curioso que para decir los íncubos 
haya tenido que acallarlos a la hora 
en que vienen al teatro del insomnio.
Otras leyes rigen la inmensa casa de aire negro, 
las fiestas de larvas y empusas, 
los cómplices de una memoria acorralada 
por la luz y los reclamos del día 
y que sólo vuelca sus terciopelos manchados de moho 
en el escenario de la duermevela. 
Pasivo, espectador atado a su butaca de sábanas y almohadas, 
incapaz de toda voluntad de rechazo o de asimilación, 
de palabra fijadora. 
Pero después será el día, cámara clara. 
Después podremos revelar y fijar. 
No ya lo mismo, pero la fotografía de la escritura 
es como la fotografía de las cosas: 
siempre algo diferente para así, a veces, ser lo mismo.
 
Presencia, ocurrencia de mi mándala en las altas noches
desnudas, las noches desolladas, allí donde otras veces 
conté corderitos o recorrí escaleras de cifras, 
de múltiplos y décadas y palíndromas y acrósticos, 
huésped involuntario de las noches que se niegan a estar solas. 
Manos de inevitable rumbo me han hecho entrar en torbellinos de tiempo, 
de caras, en el baile de muertos y vivos confundiéndose 
en una misma fiebre fría mientras lacayos invisibles 
dan paso a nuevas máscaras y guardan las puertas contra el sueño,
contra el único enemigo eficaz de la noche triunfante.
 
Luché, claro, nadie se entrega así sin apelar a las armas del olvido, 
a estúpidos corderos saltando una valla, 
números de cuatro cifras que disminuirán de siete en siete
hasta llegar a cero o recomenzarán si la cuenta no es justa.
Quizá vencí alguna vez o la noche fue magnánima; 
casi siempre tuve que abrir los ojos a la ceniza de un amanecer,
buscar una bata fría y ver llegar la fatiga anterior a todo esfuerzo, 
el sabor a pizarra de un día interminable. 
No sé vivir sin cansancio, sin dormir; 
no sé por qué la noche odia mi sueño y lo combate, 
murciélagos afrontados sobre mi cuerpo desnudo. 
He inventado cientos de recursos mnemotécnicos,
las farmacias me conocen demasiado y también el Chivas Regal. 
Tal vez no merecía mi mándala, tal vez por eso tardó en llegar. 
No lo busqué jamás, cómo bus-car otro vacío en el vacío; 
no fue parte de mis lúgubres juegos de defensa, 
vino como vienen los pájaros a una ventana, 
una noche estuvo ahí y hubo una pausa irónica, 
un decirme que entre dos figuras de exhumación o nostalgia se interponía
una amable construcción geométrica, otro recuerdo por una vez inofensivo, 
diagrama regresando de viejas lecturas místicas, 
de grimorios medievales, de un tantrismo de aficionado, 
de alguna alfombra iniciática vista en los mercados de Jaipur o de Benarés. 
Cuántas veces rostros limados por el tiempo 
o habitaciones de una breve felicidad de infancia 
se habían dado por un instante, 
reconstruidos en el escenario fosforescente de los ojos cerrados, 
para ceder paso a cualquier construcción geométrica nacida 
de esas luces inciertas que giran su verde o su púrpura 
antes de ceder paso a una nueva invención de esa nada 
siempre más tangible que la vaga penumbra en la ventana. 
No lo rechacé como rechazaba tantas caras, 
tantos cuerpos que me devolvían a la rememoración o a la culpa, 
a veces a la dicha todavía más penosa en su imposibilidad. 
Le dejé estar, en la caja morada de mis ojos cerrados lo vi muy cerca, 
inmóvil en su forma definida, 
no lo reconocí como reconocía tantas formas del recuerdo, 
tantos recuerdos de formas, 
no hice nada por alejarlo con un brusco aletazo de los párpados, 
un giro en la cama buscando una región más fresca de la almohada. 
Lo dejé estar aunque hubiera podido destruirlo, 
lo miré como ni miraba las otras criaturas de la noche, 
le di acaso una sustancia primera, 
una urdimbre diferente o creí darle lo que ya tenía; 
algo indecible lo tendió ante mí como una fábrica diferente, 
un hijo de mi enemiga y a la vez mío, un telón musgoso 
entre las fiestas sepulcrales y su recurrente testigo.
Desde esa noche mi mándala acude a mi llamado 
apenas se encienden las primeras luces de la farándula, 
y aunque el sueño no venga con él 
y su presencia dure un tiempo que no sabría medir, 
detrás queda la noche desnuda y rabiosa
mordiendo en esa tela invulnerable, luchando por rasgarla 
poner de este lado los primeros visitantes, los previsibles 
por eso más horribles secuencias de la dicha muerta, 
de un árbol en flor en el atardecer de un verano argentino, 
de la sonrisa de una mujer que vive una vida 
ya para siempre vedada a mi ternura, 
de un muerto que jugó conmigo 
sus últimos juegos de cartas sobre una sábana de hospital.
 
Mi mándala es eso, un simplísimo mándala que nace 
acaso
de una combinación imaginaria de elementos, 
tiene la forma ovalada del recinto de mis ojos cerrados, 
lo cubre sin dejar espacios, 
en un primer plano vertical que reposa mi visión.
Ni siquiera su fondo se distingue del color 
entre morado y púrpura 
que fue siempre el color del insomnio, 
el teatro de los desentierros y las autopsias de la memoria; 
se lo diría de un terciopelo mate en el que se inscriben 
dos triángulos entrecruzados como en tanto pentáculo de hechicería. 
En el rombo que define la oposición de sus líneas anaranjadas 
hay un ojo que me mira sin mirarme, 
nunca he tenido que devolverle la mirada 
aunque su pupila esté clavada en mí; 
un ojo como el Udyat de los egipcios, 
el iris intensamente verde y la pupila blanca como yeso, 
sin pestañas ni párpados, perfectamente plano, trazado sobre la tela viva 
por un pincel que no pretende la imitación de un ojo. 
Puedo distraerme, mirar hacia la ventana 
o buscar el vaso de agua en la penumbra; 
puedo alejar a mi mándala con una simple flexión de la voluntad, 
o convocar una imagen elegida por mí contra la voluntad de la noche; 
me bastará la primera señal del contraataque, 
el deslizamiento de lo elegido hacia lo impuesto 
para que mi mándala vuelva a tenderse entre el asedio de la noche 
y mi recinto invulnerable. 
Nos quedaremos así, seremos eso, 
y el sueño llegará desde su puerta invisible, 
borrándonos en ese instante que nadie ha podido nunca conocer.
 
Es entonces cuando empezará la verdadera sumersión, 
la que acato porque la sé de veras mía 
y no el turbio producto de la fatiga diurna y del eyo. 
Mi mándala separa la servidumbre de la revelación, 
la duermevela revanchista de los mensajes raigales. 
La noche onírica es mi verdadera noche; como en el insomnio, 
nada puedo hacer para impedir ese flujo que invade y somete, 
pero los sueños sueños son, sin que la conciencia pueda escogerlos, 
mientras que la parafernalia del insomnio juega turbiamente 
con las culpabilidades de la vigilia, 
las propone en una interminable ceremonia masoquista. 
Mi mándala separa las torpezas del insomnio 
del puro territorio que tiende sus puentes de contacto; 
y si lo llamo mándala es por eso, 
porque toda entrega a un mándala 
abre paso a una totalidad sin mediaciones, 
nos entrega a nosotros mismos, 
nos devuelve a lo que no alcanzamos a ser antes o después. 
Sé que los sueños pueden traerme el horror como la delicia, 
llevarme al descubrimiento o extraviarme en un laberinto sin término;
pero también sé que soy lo que sueño y que sueño lo que soy.
Despierto, sólo me conozco a medias, 
y el insomnio juega turbiamente con ese conocimiento envuelto en ilusiones; 
mi mándala me ayuda a caer en mí mismo, 
a colgar la conciencia allí donde colgué mi ropa al acostarme.
 
Si hablo de eso es porque al despertar arrastro conmigo
jirones de sueños pidiendo escritura, 
y porque desde siempre he sabido que esa escritura 
-poemas, cuentos, novelas- 
era la sola fijación que me ha sido dada para no disolverme 
en ése que bebe su café matinal y sale a la calle 
para empezar un nuevo día. 
Nada tengo en contra de mi vida diurna, 
pero no es por ella que escribo. 
Desde muy temprano pasé de la escritura a la vida, 
del sueño a la vigilia. 
La vida aprovisiona los sueños 
pero los sueños devuelven 
la moneda profunda de la vida. 
En todo caso así es como siempre busqué o acepté 
hacer frente a mi trabajo diurno de escritura, 
de fijación que es también reconstitución. 
Así ha ido naciendo todo esto.
 
Sí, y más atrás, siempre, lo que nadie habrá dicho mejor
que Ricardo E. Molinari en Analecta:
 
Mi cuerpo ha amado el viento 
y unos días hermosos de Sudamérica.
Dónde andarán con sus pies mordidos, 
con mi cara sola. (Los días mueren en el cielo,
como los peces sedientos, igual que la piel gris 
sobre los seres, sobre la boca que se destruyó amando).
 
Dónde andará mi cara, aquella otra, que alguien tuvo
entre sus manos mirándola como a un río asustado.
 
Mi cuerpo ha querido su sangre y mi alma ha visitado
algunos muertos,
igual que a una fuente, donde a veces llega la tarde

con un lirio.