jueves, 3 de diciembre de 2015
La noche cíclica - Jorge Luis Borges
jueves, 4 de junio de 2015
La salvación - Dario Sztajnszrajber
Prefacio a la obra de Francoise Doltó "la Imagen Inconsciente del Cuerpo"
"...usted, lector, está
allí, con este libro en sus manos, dispuesto a leerme, seguro que el suelo
permanece firme, olvidado del espacio que lo contiene y del tiempo que lo
atraviesa. Por supuesto, la mayor parte de nosotros goza de ese estado de sana
despreocupación, pero hay seres, que heridos en su "Imagen de Base",
están constantemente alertas, dispuestos a defenderse de un hipotético peligro
inminente. Sufrir semejante aprensión, puramente imaginaria, les demanda un
esfuerzo extenuante...
Vemos, pues, hasta qué punto
la Imagen de Base es vital y esencial. Le procura a cada uno el triple
sentimiento de permanecer estable, más allá de los incesantes desplazamientos
en el espacio, de continuar siendo el mismo, más allá de los cambios en el tiempo
y, por último, el sentimiento de seguir siendo consistente ante la alteridad de
los seres y de las cosas da fundamento, en lo más profundo de cada uno de
nosotros, a la certeza absoluta de continuar siendo siempre la misma persona a
la vez que evolucionamos constantemente. NO soy el mismo que hace cinco minutos
y, sin embargo soy el mismo desde hace cincuenta años. Precisamente esta
antinomia entre lo diferente y lo idéntico es la que funda el "sí
mismo". Ser uno mismo es, pues, ser ese que permanece estable, idéntico a
sí mismo y consistente a pesar de los inevitables cambios que jalonan una
existencia. Con todo si queremos aproximarnos lo más posible a la incognoscible
esencia de ese "si mismo" descubriremos que el sentimiento de uno
mismo, en el fondo, no es más que un nombre que designa un deseo, el deseo, de
vivir, el amor innegable por la vida. Sí, sentirse uno mismo supone ante todo
la inquebrantable voluntad de ser, de no dejar de ser, de ser al máximo
nosotros mismos y hasta más allá de nosotros mismos. Francoise Doltó llama
precisamente a ese deseo de vivir, de durar, y de superarse "narcisismo
primordial".
Fragmento de Charles Bukowski - Hollywood
Emil Cioran (Fragmentos)
martes, 19 de mayo de 2015
Fragmentos de Poemas de Paco Urondo
despide; revolcar la sangre, el odio; conocer,
reconocernos. Saber para qué sirven
los fracasos, las victorias del amor. Dejar
que a tu rincón se siente quien no debe sentarse.
en las tablas de la perdición,
en el aire de este tiempo maldito, infortunado;
llovizna criminal y sucia.
del muerto y el terror de los vivos y el soplo
de los convalecientes.
de la felicidad y el fascismo y el olvido sin escuchar
la clausura y la ausencia,
sin tolerar la conmiseración, o desconocer
la alegría o la bondad o el dolor del caído.
la esperanza, viviendo a mi manera.
Me aburro dando
vueltas;
más que bailar prefiero quedarme sentado escuchando la música. Es difícil perder el tiempo o ganarlo. Es difícil ser torpe. Tener ocasiones en la vida. Hay que actuar con naturalidad, ser espontáneo, estar muy loco o muy decidido.
(…)
No sabemos
escuchar;
nos gusta ir haciendo cualquier cosa para destruirnos, olvidar un tango cantado de esa manera tan perfecta.
(…)
…seducidos
durante todo el mundo,
dando vueltas como animales perdidos. |
las manos, el corazón se encoge de dolor;
da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.
Ocurre lo de siempre.
de los muertos que no aceptan su desdichada condición,
no sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos
encontrar nuestras manos, nuestra
tristeza. El mundo inconsistente.
como el alcohol que se vuelca entre los nervios y la madrugada;
la historia sobrevolará tu linda cabecita,
será un cuervo que sacudirá tus entrañas corrompidas,
que despeinará cariñosamente tu pelo.
revolver papeles, a aferrarme al teléfono:
desde el mar se divisa la costa
y mi teléfono, tabla de un naufragio, me acercará a la orilla;
el mundo existe y se mueve,
y el viejo mundo insiste y los amigos responden a mi llamado.
mi suerte;
todos me reprochan esta debilidad, pero nadie puede curarla;
entonces me dejo llevar, atrapar por las fieras
que esconden y afilan sus uñas. Alguien toca la guitarra;
un hechicero hace brincar las salamandras del siglo. Hay
luz en la vida nocturna;
Jim Hall destroza la noche pesimista de El Bajo,
disimula la tristeza pesada de estar entre nativos; la ver-
güenza de ser del sur
los parientes pobres; la sorpresa imposible
de reconocer al mundo en otros lugares, en otros sueños,
en otro alcohol de la gente. Los nativos olvidan las injurias
y admiran la ternura del jazz y perdonan y aman, todavía.
Esta parte del mundo me rodea y siento
que me han salvado mis errores
vemos en la oscuridad,
tenemos un ojo de gato y otro de pereza y de miedo; tro-
pezamos
para encontrarnos, para pedir perdón, para tocar:
nos repugna la soledad,
queremos lugares donde dure el humo y el calor de la gente.
de los borrachos que andan de la mano, como escolares,
para no perderse.
Se orinan encima, embotados en su destino. Conozco esto
y mucho más:
conozco la ternura y la destrucción del alcohol; los ojos en
la oscuridad;
los pasos y los obstáculos;
los ojos en la sombra; la dignidad perdida, el misterio que
fue, la aventura disuelta,
la sombra descubierta, ardiendo en el alcohol ganado para
siempre.
pequeños baguales de la noche: caminar
y mezclarse con los límites de sus fuerzas; andar
sin saber exactamente dónde terminarán;
sin sosiego; sin imaginarse siquiera donde empieza su camino;
sin esperanzas o sabiendo demasiado. Caminan para siempre,
para no tocar otros bordes que correspondan a otros límites,
a otro miedo que no sea la propia incertidumbre. Vagos y
rebeldes
de la noche; caminarán asustados, pero nadie podrá salvarse
o seguir más allá del derrumbe de otras noches, de otras
sombras;
de las sombras triviales del miedo.
iluminan la noche despavorida, eléctrica, cargada de
indecisiones absolutas y postergadas,
de risas que disimulan, de lugares donde nadie se anima.
bien pudieron ser evitados, o decir que eran inevitables;
que no hubo errores: no hay sabidurías quietas, hombres
detenidos en el mundo, temores
imprecisos, maldiciones vagamente sueltas.
del juego
y sacan las uñas y agregan: “Nada hay más hermoso que
perder,
nada hay más hermoso que vivir, aunque sea perdiendo”.
Tropezando,
recuperando un grito que hunde la luz
y raspa el sol de la madrugada. Vencidos por el sueño,
no hay por qué seguir adelante o caer, sino iniciar
la gruesa jugada del fracaso o de la alegría.