sábado, 6 de julio de 2024

Una carta frustrada por su peso - Jorge Aulicino

'Un poema para leer 
a la sombra'
UNA CARTA FRUSTRADA POR SU PESO
[de Lugones a su confesor]

Lidiar con la parte oscura
fue parte del asunto.
No lo hice de modo profesional, sino al tuntún
con bajo resonar de tambores,
como si una sombra se adentrara en el fuego.
Al tipo lo fusilan contra su sombra, no lo sabe
porque la sombra es ocultada por las grandes plantas
de su pensamiento, hasta
que llega a la pared húmeda en la que encuentra escrito
su nombre, que no recuerda haber escrito
porque tampoco recuerda esa pared húmeda
con dibujos marinos que le infieren el musgo y los líquenes.
No la recuerda pero le está destinada.
La parte oscura se ha hecho su propia vida cerca de la pared.
Hay un relámpago cuando el hombre llega
y esto le permite ver a su sombra, acurrucada como un demente
del manicomio entre palmeras reales e imaginarias,
o como un miserable que duerme en la calle.
Se agacha frente a ella
y le dice: Volvé hacia las ventanas ciegas de luz.
La sombra no habla, alza sus ojos pobres hacia él,
le da a entender que eso no depende ya de su voluntad.
(Disculpá estas súbitas imágenes, me vinieron a la mente al hablar
      de la sombra.)
La parte oscura ha lidiado con nosotros, más bien.
Nos ha querido decir que las más delicadas construcciones
de la ciencia tocan a su fin, todo ahora es gutural,
hasta los cálculos, y no tiene esa delicadeza mórbida
de los grandes cuentos raros; de las fuerzas extrañas.
¿Me creerás que todavía pienso en la función del punto y coma?
¿A quién podría importarle eso?
Tampoco a nadie le importa la sombra
que se inclina sobre nosotros
invisible,
más silenciosa que un velero,
con dientes pálidos,
orejas blancas,
sin temor y sin pasión,
y que no queremos ver ni oír
hasta que la encontramos en aquel viejo jardín
detrás de la montaña de flores ya podridas
no pidiendo rescate, sino hablando del mundo hundido
en los planisferios, los pasillos de la Bolsa...
¿Pero quién podría desarmar todo esto?
Son ya milenios de alfombrados, de rabia, de objetos de oro o titanio,
de colmillos de elefante, de olor a axila disimulado por
el perfume y el opio... Olor de animales en el tálamo.
Son siglos de construcción de objetos.
¿Quién podría escuchar a la sombra?
¿Qué mascarada sería presentar a la sombra en sociedad?
–Debo dejar aquí,
te debo una explicación más calma.
Será otro día.
Ahora es dulce estarse junto al río
que trae a este verano un frescor que le es ajeno. 
Jorge Aulicino, "El capital. La lírica",
Ediciones Barnacle, Buenos Aires, 2024.

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