LA GRAVEDAD Y LA GRACIA
Descreación
(…) Ser nada
para encontrarse uno en su verdadero lugar en el todo.
(…) La
apariencia se adhiere al ser y solo el dolor puede arrancarlos uno del otro.
Quien tenga el ser no puede tener la apariencia. La apariencia encadena al ser.
El curso del tiempo arranca el parecer del ser y el ser del parecer, con
violencia. El tiempo manifiesta que no es eternidad.
(…) Desarraigarse
social y vegetativamente. Exiliarse de toda patria terrenal. Hacer todo eso a
los demás, desde fuera, es un sucedáneo de descreación. Es producir algo
irreal. Pero desarraigándose se busca más algo real.
La necesidad y la obediencia
(…) Hay casos
en los que algo es necesario simplemente porque es posible. (…) Por analogía,
discernir los casos en los que, aunque no esté tan claro a primera vista, la
posibilidad implica una necesidad. Actuar en esos casos y no en otros.
(…) No dar un
paso, ni siquiera hacia el bien, más allá de aquello a lo que uno está
irresistiblemente empujado por ‘Dios’, y ello en la acción, en la palabra y en
el pensamiento.
(…) Trasladar
fuera de uno mismo los móviles de sus acciones. Ser empujado. Los motivos
absolutamente puros (o los más viles: siempre la misma ley) aparecen como exteriores.
(…) El bien,
hecho así -casi a pesar de uno mismo, casi con vergüenza y remordimientos-, es
puro. Todo bien absolutamente puro escapa por completo a la voluntad. El bien es
trascendente. (…) En todas las cosas, solo lo que nos viene de afuera,
gratuitamente, por sorpresa, como un don del destino, sin que lo hayamos buscado,
es alegría pura. Al mismo tiempo, el verdadero bien solo puede venir de fuera,
nunca de nuestro propio esfuerzo.
(…)
Obediencia: hay
dos. Se puede obedecer a la gravedad o a la relación de las cosas. En el primer
caso, uno hace aquello a lo que empuja la imaginación, colmadora de vacíos. (…)
Si se suspende el trabajo de la imaginación colmadora y se fija la atención en
la relación de las cosas, aparece una necesidad que no es posible no atender.
Hasta ese momento no se tiene noción de necesidad ni sentimiento de obediencia.
Ilusiones
Nos sentimos atraídos por una
cosa porque creemos que es buena, y nos quedamos encadenados a ella porque se
ha convertido en necesaria.
(…) La ilusión concerniente a
las cosas de este mundo no concierne a su existencia, sino a su valor. La imagen
de la caverna se refiere al valor. (…) Pero nuestra sumisión sí existe. Estamos
realmente atados con cadenas ideales.
(…) La necesidad es esencialmente
ajena a lo imaginario.
Lo que es real en la percepción
y la distingue del sueño no son las sensaciones, es la necesidad envuelta
en esas sensaciones. (…) Lo que es real en la percepción y la distingue del
sueño no son las sensaciones, es la necesidad.
Distinción entre los que
permanecen en la caverna, cierran los ojos e imaginan el viaje y quienes lo
realizan. Real o imaginario también en lo espiritual, y en eso también la necesidad
marca la diferencia. (…) En cuanto sentimiento interior, nada es más engañoso.
(…) El propósito de la humildad
es abolir lo imaginario en el progreso espiritual. No hay ningún inconveniente
en creerse mucho menos avanzado de lo que se está: la luz, sin embargo, no deja
de tener su efecto, cuya fuente no está en la opinión. Mucho inconveniente, en
cambio, en creerse más avanzado, porque entonces la opinión sí tiene algún
efecto.
(…) Ya la razón discursiva (la
inteligencia de las relaciones) ayuda a disolver las idolatrías al ver los
bienes y los males como limitados, mezclados y confluyentes entre sí.
(…) Mediante la entrega total a
una cosa grande (…) conceder toda licencia en uno mismo a la bajeza.
Mediante la contemplación de la
distancia infinita entre uno mismo y lo que es grande, hacer del yo un
instrumento de grandeza.
(…) Entre los hombres (con excepción
de las formas supremas de la santidad y del genio), lo que da la impresión de
ser verdadero es casi necesariamente falso. Hace falta un trabajo para expresar
lo verdadero. También para recibirlo. Expresamos y recibimos lo falso, al menos
lo superficial, sin trabajo.
(…) Lo que es apto para todo es
eterno. Solo en eso reside el precio de lo que llamamos experiencia. Pero la
mentira es una coraza con la que el hombre, a menudo, permite a lo inapto en sí
mismo sobrevivir a acontecimientos que, sin esa coraza, lo matarían (así, al
orgullo sobrevivir a las humillaciones), y esa coraza viene como segregada por
lo inapto para protegerse del peligro (el orgullo, en la humillación, intensifica
la mentira interior).
Trad.
de Elena M. Cano e Íñigo Sánchez-Paños, 2024.
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