martes, 11 de febrero de 2025

Fragmentos de La gravedad y la gracia – Simone Weil (Parte III)

LA GRAVEDAD Y LA GRACIA
Descreación
(…) Ser nada para encontrarse uno en su verdadero lugar en el todo.
(…) La apariencia se adhiere al ser y solo el dolor puede arrancarlos uno del otro. Quien tenga el ser no puede tener la apariencia. La apariencia encadena al ser. El curso del tiempo arranca el parecer del ser y el ser del parecer, con violencia. El tiempo manifiesta que no es eternidad.
(…) Desarraigarse social y vegetativamente. Exiliarse de toda patria terrenal. Hacer todo eso a los demás, desde fuera, es un sucedáneo de descreación. Es producir algo irreal. Pero desarraigándose se busca más algo real.
 
La necesidad y la obediencia
(…) Hay casos en los que algo es necesario simplemente porque es posible. (…) Por analogía, discernir los casos en los que, aunque no esté tan claro a primera vista, la posibilidad implica una necesidad. Actuar en esos casos y no en otros.
(…) No dar un paso, ni siquiera hacia el bien, más allá de aquello a lo que uno está irresistiblemente empujado por ‘Dios’, y ello en la acción, en la palabra y en el pensamiento.
(…) Trasladar fuera de uno mismo los móviles de sus acciones. Ser empujado. Los motivos absolutamente puros (o los más viles: siempre la misma ley) aparecen como exteriores.
(…) El bien, hecho así -casi a pesar de uno mismo, casi con vergüenza y remordimientos-, es puro. Todo bien absolutamente puro escapa por completo a la voluntad. El bien es trascendente. (…) En todas las cosas, solo lo que nos viene de afuera, gratuitamente, por sorpresa, como un don del destino, sin que lo hayamos buscado, es alegría pura. Al mismo tiempo, el verdadero bien solo puede venir de fuera, nunca de nuestro propio esfuerzo.
(…)
Obediencia: hay dos. Se puede obedecer a la gravedad o a la relación de las cosas. En el primer caso, uno hace aquello a lo que empuja la imaginación, colmadora de vacíos. (…) Si se suspende el trabajo de la imaginación colmadora y se fija la atención en la relación de las cosas, aparece una necesidad que no es posible no atender. Hasta ese momento no se tiene noción de necesidad ni sentimiento de obediencia.
 
Ilusiones
Nos sentimos atraídos por una cosa porque creemos que es buena, y nos quedamos encadenados a ella porque se ha convertido en necesaria.
(…) La ilusión concerniente a las cosas de este mundo no concierne a su existencia, sino a su valor. La imagen de la caverna se refiere al valor. (…) Pero nuestra sumisión sí existe. Estamos realmente atados con cadenas ideales.
(…) La necesidad es esencialmente ajena a lo imaginario.
Lo que es real en la percepción y la distingue del sueño no son las sensaciones, es la necesidad envuelta en esas sensaciones. (…) Lo que es real en la percepción y la distingue del sueño no son las sensaciones, es la necesidad.
Distinción entre los que permanecen en la caverna, cierran los ojos e imaginan el viaje y quienes lo realizan. Real o imaginario también en lo espiritual, y en eso también la necesidad marca la diferencia. (…) En cuanto sentimiento interior, nada es más engañoso.
(…) El propósito de la humildad es abolir lo imaginario en el progreso espiritual. No hay ningún inconveniente en creerse mucho menos avanzado de lo que se está: la luz, sin embargo, no deja de tener su efecto, cuya fuente no está en la opinión. Mucho inconveniente, en cambio, en creerse más avanzado, porque entonces la opinión sí tiene algún efecto.
(…) Ya la razón discursiva (la inteligencia de las relaciones) ayuda a disolver las idolatrías al ver los bienes y los males como limitados, mezclados y confluyentes entre sí.
(…) Mediante la entrega total a una cosa grande (…) conceder toda licencia en uno mismo a la bajeza.
Mediante la contemplación de la distancia infinita entre uno mismo y lo que es grande, hacer del yo un instrumento de grandeza.
(…) Entre los hombres (con excepción de las formas supremas de la santidad y del genio), lo que da la impresión de ser verdadero es casi necesariamente falso. Hace falta un trabajo para expresar lo verdadero. También para recibirlo. Expresamos y recibimos lo falso, al menos lo superficial, sin trabajo.
(…) Lo que es apto para todo es eterno. Solo en eso reside el precio de lo que llamamos experiencia. Pero la mentira es una coraza con la que el hombre, a menudo, permite a lo inapto en sí mismo sobrevivir a acontecimientos que, sin esa coraza, lo matarían (así, al orgullo sobrevivir a las humillaciones), y esa coraza viene como segregada por lo inapto para protegerse del peligro (el orgullo, en la humillación, intensifica la mentira interior). 
Trad. de Elena M. Cano e Íñigo Sánchez-Paños, 2024.

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