En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.
Encaro serenamente, sin nada más que lo que en el alma represente una sonrisa, el encerrárseme siempre la vida en esta calle de los Doradores, en esta oficina, en esta atmósfera de esta gente. Tener lo que me dé para comer y beber, y dónde vivir, y el poco espacio libre en el tiempo para soñar, escribir, dormir ¿Qué más puedo yo pedir a los Dioses o esperar del Destino?
(...)
Si yo tuviese el mundo en la mano, lo cambiaria, estoy seguro, por un billete para la calle de los Doradores.
(Justo lo leí hoy: "espejo lunar blanco (158)")
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